jueves, 12 de noviembre de 2015

Gabriel Yeannoteguy



Microscópica

Cuando por primera vez el ojo dictaminó que los veía
o bien antes, cuando los imaginó existentes,
o bien ya después cuando lanzados al mundo
se volvieron las fuerzas vivas más antiguas,
más extensas, más poderosas,
todo lo diminuto e invisible a ojo desnudo,
todo lo iridiscente y opaco del mundo microscópico,
fascinante, se tornó
la conquista más imaginada del biolo o del quimio
-a fuerza de imaginar lo que no se ve
aún viéndolo, porque es un acto de fe.

Pero pronto abandonaron, como todo,
su lugar fantástico en la Creación
científica
y ya hoy sirven, apenas, para vender Lysoform,
es decir, vender -es decir, reproducir-
el pánico del contagio, de la transmisión,
el pánico a lo pequeño, a lo invisible.

Como nuevos miasmas, los microfantasmas
se acumulan en los dedos,
en los picaportes, en el suelo,
en el cuello que beso y me deja un gusto tibio.

(de:"El patrón" ed. En Danza, 2015)