domingo, 23 de marzo de 2014

Publio Ovidio Nasón




Era el estío; el día brillaba en la mitad de su carrera, y me 
tendí en el lecho buscando reposar de mis fatigas. La 
ventana de mi dormitorio, medio abierta, dejaba penetrar
una claridad semejante a la que reina en las opacas selvas, 
o como luce el crepúsculo cuando Febo desaparece del
cielo, o la noche ha transcurrido sin presentarse el sol 
todavía; luz tenue que conviene a las muchachas, 
pudorosas, cuya timidez busca los sitios retirados. De pronto
llega Corina con la, túnica suelta, cubriendo con sus
cabellos por ambos lados la marmórea garganta, cual se
dice que la hermosa Semíramis se acercaba al tálamo 
nupcial, y Lais acogía a sus innumerables pretendientes. Le 
quité la túnica, cuya transparencia apenas ocultaba ninguno 
de sus encantos; pero ella pugnó por conservarla, aunque
con la flojedad de la que ansía la victoria, y se aviene de 
buen grado a caer vencida. Así que apareció a mis ojos 
enteramente desnuda, confieso que no vi en todo su cuerpo 
el más mínimo lunar. ¡Qué espalda!, ¡qué brazos pude ver y 
tocar!, ¡qué lindos pechos oprimieron con avidez mis 
manos! Bajo su seno delicioso, ¡qué vientre tan recogido!, 
¡qué talle tan arrogante y esbelto!, ¡qué pierna tan juvenil y 
bien formada! ¿A qué particularizar sus atractivos? Cuanto vi 
en ella merecía fervorosas alabanzas, y oprimí contra el mío 
su desnudo cuerpo. ¿Quién no adivina lo demás? Por fin, 
agotados, nos entregamos los dos al descanso. ¡Ay!, ojalá 
consiga saborear muchos mediodías semejantes.


(AMORES I,5)


(Traducción de Germán Salinas)

Constantino Cavafis





LA CIUDAD

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

Yorgos Seferis





I





Al mensajero
tres años lo esperamos tenazmente
atisbando de cerca
los pinos la playa y las estrellas.
Fundidos con la reja del arado o la quilla del barco
tratamos de encontrar la primera semilla
para que comenzara de nuevo el drama antiguo.

Regresamos a casa destrozados
con los miembros desfallecidos, con la boca arrasada
por el sabor a herrumbre y a salmuera.
Al despertar viajamos hacia el norte, extranjeros,
hundidos en la niebla por las alas blanquísimas de los
cisnes que nos herían.
En las noches de invierno nos enloquecía el fuerte
viento del este
en los estíos estábamos perdidos en la agonía del día
incapaz de expirar.

Llevábamos detrás
estos bajorrelieves de un arte humilde.




(de "Mithistórima" 1935)


Liliana Ancalao





Las mujeres y el frío

Yo al frío lo aprendí de niña en guardapolvo
estaba oscuro
el rambler clasic de mi viejo no arrancaba
Había que irse caminando hasta la escuela
cruzábamos el tiempo
los colmillos atravesándonos
la poca carne
yo era unas rodillas que dolían
decíamos que frío
para mirar el vapor de las palabras
y estar acompañados

las mamás
todas
han pasado frío
mi mamá fue una niña que en cushamen
andaba en alpargatas por la nieve
campeando chivas
yo nací con la memoria de sus pies entumecidos
y un mal concepto de las chivas
esas tontas que se van y se pierden
y encima hay que salir a buscarlas
a la nada.

mi mamá nos abrigaba
ella es como un adentro
hay que abrigar a los hijos
el pecho
la espalda
los pies y las orejas
dicen así
y les crecen las ramas y las hojas
y defienden a los chicos del invierno
y a veces sale el sol y ellas tapando
porque los brazos se les van en vicio
y hay que sacarles
despacio
con palabras
esos gajos

pero el frío no siempre
lo sé porque esa noche en aldea epulef
dormíamos apenas
alrededor de nuestro corazón al descampado.
eufemia descansaba el purrun del camaruco
y la noche confundió su pelo corto con el pasto

era la madrugada y eufemia despertó
con la helada en el pelo
y el frío esa vez tenía boca
y se reía con nosotras
se esta poniendo viejo el frío nos decía

las mujeres aprendemos
tarde
que hay un tiempo en la vida
en que hasta sin intención
vamos dejando una huella de incendio
por el barrio
ni sé porque la perdemos
y esa tarde yo precisaba
medias de lana cruda para cruzar las calles

en las ciudades el frío
nos raspa las escamas
punza en la nuca
se vuelve más prolijo
en eso andaba y a la noche
había un hombre en mi cama
o era un niño o un muchacho
yo no quería respirar muy fuerte

tiene las manos abrigadas este hombre
entonces por qué me fui
para ver si salía a buscarme o me dejaba
a que los esqueletos de pájaros
se incrusten en mi cara

como el eco del silencio
seré si no me encuentra

por hacerme la linda

encima me da abismo
este frío
sangre azul.

(de "Mujeres a la intemperie")

Liliana Campazzo


I
Cada cual debe atender
su juego.
Mirarse en el espejo
y encontrar la luz de su mirada.
Esos ojos
tan parecidos a la paz o a la guerra
la mirada
de mi día de viento
en el fondo del río.




(de "Escritos en el vidrio")



Carmen Jodra Davó






EL HORIMENTO BAJO EL FIRMAZONTE

…… La farandolina en la lejantaña de la montanía
……………...……………El horimento bajo el firmazonte…
……………...……………………………VICENTEHUIDOBRO

–¡Democrad! ¡Libertacia! ¡Puebla el vivo!
¡No dictaremos más admitidores!
Pro lometemos, samas y deñores,
nuestro satierno va a gobisfacerles.

Firmaremos la gaz, no habrá más perra,
zaperán juntos el queón y el lordero,
y quieto promerer y lo promero,
vamos a felicirles muy hacerles.

(Y el horimento bajo el firmazonte,
o el firmazonte bajo el horimento
–ye ca no sé–, brillaba, grona y aro).

–Que se me raiga un cayo si les miento:
fumos soertes, y, mo lás pimtortante,
¡blasamos hiempre claro!


Richard Brautigan





VAYA, ERES TAN HERMOSA QUE ESTÁ EMPEZANDO A LLOVER

¡Oh Marcia!

Deseo que tu gran belleza rubia

se enseñe en las escuelas

para que los niños aprendan que Dios

vive como la música en la piel

y suena como un órgano de rayos de sol.

Me gustaría que las notas del instituto

se parecieran a esto:

Juegos con objetos de vidrio pulido: Notable

Magia de la computación: Notable

Escritura de cartas a los seres queridos: Notable

Conocimiento de los peces: Notable

Gran belleza rubia de Marcia: ¡Sobresaliente!



Ralph Waldo Emerson




LOS OJOS LLENOS DE ALEGRÍA

Los ojos llenos de alegría de ese muchacho caprichoso y salvaje

Dibujan su órbita como meteoros, bordeando la oscuridad

Con su rayo secreto. Saltan sobre la línea del horizonte

En pos del privilegio de Apolo: miran a través del hombre

Y de la mujer, del mar y de las estrellas: miran la danza

De la naturaleza y miran más allá, a través de las lenguas

Y de las razas y de los confines del tiempo. Esos ojos

Miran el orden musical y la armonía de los poetas

Que en el Olimpo cantaron a las divinas ideas.

Esos ojos nos hallarán siempre jóvenes;

Siempre nos mantendrán así.

Karin Boye





EL PROFUNDO VIOLONCHELO DE LA NOCHE

El profundo violonchelo de la noche
lanza su oscuro regocijo a través de los campos.
Las vagas imágenes de las cosas disuelven su forma
en torrentes de luz cósmica.
Marejadas brillantes y largas
enjuagan ola tras ola a través de la eternidad azul noche.
¡Tú! ¡Tú! ¡Tú!
Materia ligera revelada, espuma floreciente del ritmo,
flotante y vertiginoso sueño de sueños,
¡blanco deslumbrante!
Una gaviota soy, y en alas extendidas en reposo
bebo la dicha de sal marina
muy al este de todo lo que sé,
muy al oeste de todo lo que quiero,
y toco el corazón del mundo;
¡blanco deslumbrante!

Robert Bly





CONDUCIENDO HACIA EL RÍO LAC QUI PARLE

I

Anochece en Minessota mientras conduzco.
El campo con rastrojos retiene la última crecida del sol.
Los tallos de soja respiran.
En los pueblos, los viejos se sientan a la puerta
de sus casas
sobre asientos de automóvil. Soy feliz,
la luna se alza por encima de los cobertizos.


II

En la carretera de Willmar a Milán
el pequeño universo del coche
se hunde en los profundos campos de la noche.
Esta soledad cubierta de hierro
se mueve a través de los campos nocturnos
penetrada por el ruido de los grillos.


III

Cerca de Milán, me sorprende un pequeño puente,
el agua arrodillada a la luz de la luna.
En los pueblos, las casas se alzan a ras de suelo.
La luz de las farolas cae
sobre los cuatro costados de la hierba.
Cuando llego al río, la luna llena lo cubre;
en una barca hay gente que habla muy bajo.

Robert Frost





POLVO DE NIEVE

El modo en que un cuervo
Sacudió sobre mí
El polvo de nieve
Desde un abeto
Le ha infundido a mi corazón
Un nuevo ánimo,
Salvando una parte
De un día de pesar.



Rosario Ferré




HAS PERDIDO, ME DICEN, LA CORDURA

Has perdido, me dicen, la cordura
óyeme bien
cuando vas por la calle
todos apuntan con el dedo a tu cabeza ladeada
como si te la quisieran tumbar
solo apretar gatillo y plaf!
la frente se te hunde como una lata de cerveza

no saludes a nadie
no te peines, no brilles tus zapatos
cruza la calle de tu propio brazo
date la mano, ciérrate el cuello
mantente atento

ahí va el loco, dicen

tú pasas bamboleando la cabeza polvorienta
como un santo de madera sacado en procesión
los pies clavados a la tarima carcomida
mirando más allá
no dejes que tu carne florezca
déjate apedrear

has perdido
escucha bien

amárrate fuerte al mástil
átate a la polar
no desgonces ahora los tablones antiguos
no alces los remos de sus pivotes
clava a la estrella tu mejor ojo
mantente fiel
no pestañees sino de hora en hora
duerme tranquilo sobre tus puños
no tengas miedo de recordar
cierra tus dientes cristalcortantes
jaula tu lengua
no tragues más

has perdido la cordura, amigo, ya es ahora
corta la cuerda
súbete al viento
endura tu corazón.

(De 'Papeles de Pandora')

Giovanni Quessep





CANCIÓN Y ELEGÍA

Abandonas la música del bosque
Oh cuerpo amado si olvidé tu nombre
¿Qué tiempo de castillo entre las ruinas
La clausurada torre?

Desde mi canto para qué leyenda
(Tejió el amor la túnica imprecisa)
Si el canto no es real si el caminante
No asciende a tu colina

Si sombra de un color es la palabra
Ceniza de la piedra es el destino
Y el poeta lejano de la noche
Al lado del olvido

Dónde la oculta voz que te nombraba
El extranjero la doliente luna
Viene venía por el mar de vino
La nave en la penumbra

Penumbra de la nave es el espejo
La púrpura o lo blanco de la muerte
Vendrás venías por el mar antiguo
Penélope doliente

La mano y el cristal en su premura
Oh rostro amado si perdí tu nombre
Nave del paraíso te deshojas
Solitaria del bosque

Quién moverá mis pasos en la arena
Celeste o gris si al reino desencanta
El hilo de la muerte o la memoria
Cercano de la nada

Vuélveme ahora a mi país de origen
Nómbrame el reino para mí celeste
¿Qué sombra de silencio por el agua
Paraíso de nieve?

Nave de casi ayer entre las manos
El mar no permanece a tus orillas
Ya fábula de un cuento para siempre
Y espejo de las islas.

Lasse Söderberg





EL POZO



El que quiere recordar y esta lleno de oscuridades tiene que

estar al borde de sí mismo como al lado de un pozo



tiene que estar recostado contra el pozo con una piedra en la

mano y preguntarse qué oculta el pozo, cuán profundo es, cuan

largo penetra la luz,



y tiene, para calcular la profundidad y oscuridad, que tirar la

piedra y verla caer despacio, como reflexión, como colgada en la

oquedad hasta que la piedra encuentre la aún más indistinguible

superficie del agua



y aquel que quiere recordar ve la profundidad centellear de

repente, atrayendo la luz, volverse animada como cuando un parpado.



Luisa Pelufo




EL RÍO

Cardenales,colibríes, guacamayos,
el monte deja caer sobre el río su frescura.
Algo se agita
en la densa humedad
de los esteros.
El agua parda murmura despedida.
Las manos de la niña
dejan escapar
el deseo transparente.
Cacheiras, camalotes, juncales.
El río exhala sus vahos
brilla en sus escamas.
La niebla flota
suspendida sobre el agua
Espejo de estrellas el río.
Camino sin orillas.

(De "Un color inexistente". Ediciones Torremozas, Madrid, España, 2001)

César Dávila Andrade




CANCIÓN A LA BELLA DISTANTE



No era mi poesía. Mis poemas no eran.
Eras tú solamente, perfecta como un surco abierto por palomas.
Eras tú solamente como un hoyo de lirios
o como una manzana que se abriera el corpiño.
Eras tú, ¡oh distante presencia del olvido!

Clara como la boca del cristal en el agua,
tierna como las nubes que atraviesan el trigo por los lados de mayo.

Dulce como los ojos dorados de la abeja;
nerviosa como el viaje primero de la alondra.

Eras tú y tenías delgadas de esperanza
las manos que me huyeron.
En tu sien, extraviadas, bullían las sortijas.
En tus perfectos ojos abril amanecía.

Estoy tan impregnado de tu voz siempreviva
que hasta esta inmensa noche parece que sonríe
y percibo el borde líquido de tu alma.

Andabas como andan en el árbol los astros.
Rezabas en silencio como una margarita.

¡Oh quién te viera abriendo esos libros que amabas
con el alma inclinada a la luz de las fábulas!
Qué viñeta de rosas tenían tus mejillas
cuando abrías los labios de amor de las palabras.
Y qué resplandeciente ciudad de serafines
descubrías, de pronto, en el cielo de estío.

Quiero besarte íntegra como luna en el agua.

Mañana en los delgados calendarios de ausencia
te encontraré buscando una pedrezuela tierna
para marcar una hora lejana que aún espero.
Recuerdo aquella tarde cuando quise besarte.
Tenían los cristales un fondo de mimosas
y la antigua ventana mecía los jardines.
Las llamas de los árboles se tornaban oscuras
y un ángel de eucalipto se apoyaba en el muro.

Escuchamos de pronto la carreta profunda
que atraviesa los prados con su carga de junio.
¡Pienso en aquella tarde y me encuentro más solo!
Las casas recogían la luz del occidente,
los caminos bajaban como arroyos en llamas,
la brisa estaba fija en el borde del álamo.
Pienso en aquella tarde y no sé por qué lloro.

Nikos Engonopoulos




RECUERDO DE CONSTANTINOPLA

sobre el muelle de mármol del palacio
se han depositado a distancias aproximadamente regulares
altas pilas de madera
que los barcos trajeron de lejanas
costas boscosas
unas son pilas de finos
y esbeltos troncos como cuerpos de muchachas
y otras de grandes
descomunales
árboles
y llueve sin cesar y la persistente lluvia empapa
la madera sin gracia
y brillan los mármoles del embaldosado
que el agua interminablemente lava y vuelve a lavar
y el cielo está pesado y oscuro
—¿quién sabe acaso qué hora del día es?—
no permite abrigar ninguna esperanza
(la orilla de enfrente ha desaparecido
diríase que nunca existió)
y el mar está opaco y revuelto
como si las gruesas gotas de lluvia que lo abruman
hubieran despertado en sus entrañas una furia monstruosa
que con gran esfuerzo
logra contener
nadie más parece estar en este desolado lugar
excepto yo —yo mismo—
que permanezco de pie con mis rojos cabellos empapados
y pegados a la frente
los tormentos del amor me han traído a esta noble playa
y toda mi mente está en una espléndida
y soberbia magnolia
que en esta región
arraiga y florece


Muriel Rukeyser





ARTHUR PEYTON

Consumido. Carcomido. Y el amor allá enfrente.
Recibí una carta esta mañana
De nuestra consideración: …con sumo placer… adjuntamos un cheque…
a su nombre, por 21,59 dólares,
es la mitad de los restos que
pudimos cobrar para usted
en la causa judicial de referencia.
Con el cierre de los distintos juicios,
después de reunir todo lo que pudimos,
este es el saldo que le queda.
Lo saludamos, así, muy cordial
y atentamente.

Después de reunir
el polvo el fracaso el cuerpo de ingenieros
Oh amor consumido carcomido reía el capataz
mojaban los taladros cuando llegaban los inspectores
la luna sopla vidriosa sobre nuestro río natal.

Oh amor, contale a la comisión lo que yo sé:
nunca vuelvas a decir que querías casarte conmigo.
En las minas, los extractores son enormes (2.000 hombres, ninguna máscara)
antes de su veredicto los doctores me preguntaron cuánto tiempo
sí, Doctor, dígame ¿cuánto tiempo?
Pero nunca vuelvas a decirme que querés casarte conmigo.
Te miro cómo cerca de las lápidas todo el día
seguís una hilera de nubes la danza de los taladros,

amor, y las aves en el cielo coronando los árboles
las colinas blancas tan blancas elevándose sobre la ciudad
–culpo de desidia a todas las empresas involucradas–
dos años Oh amor dos años dijo él que ofrendó.

El espiral del río en la casa impecable
la fachada bancaria de mármol de la licorería
yo vi cómo empujaban a los negros con los mangos de los picos
en esos otros trabajos a mí no me asignaban a los túneles.

Entre nosotros, amor
los micros en la puerta
la larga calle de vidrio dos años, mi muerte a la tuya
mi muerte en tus labios
mi rostro que se hace de vidrio
curtido pétreo el tiempo me hace triunfar inmortal
el amor un espejo de nuestro valle
nuestra calle nuestro río un vidrio que mata.
Ahora me meten en un horno de fundición de acero
Oh amor la corriente del vidrio una corriente de fuego vivo.

(de: "El libro de los muertos" 1938)


Raúl Henao





EN VOZ ALTA

“Quemar no es contestar” (Gérard de Nerval)


Aquella noche el viento llamaba a mi puerta
con nudillos de recién nacido

Sentía un vivo deseo de correr al trotecito

Me veía en el espejo relinchando como un caballo
al que se patea en los ijares.

En las calle miraba el rostro de la gente
caras vacías a las que el espectáculo
prestaba algunas de sus luces

Creía reconocer en ellas a personas que me habían
sido familiares hace mucho tiempo

A duras penas evitaba saltar al cuello
de quienes pasaban a mi lado

Vi caer un paracaidista disculpándose
con la mejor sonrisa

Una y otra vez preguntaba por la dirección
de mi casa olvidada bajo llave

Arrastraba los pies con exagerado amor propio
daba un paso y otro

De repente me encontré subiendo las gradas
de un inmenso estadio desierto
Hablaba en voz alta en voz alta.

(de Combate del Carnaval y la Cuaresma)

William Stafford





PREGÚNTAME

Cuando el río está congelado pregúntame alguna vez
por los errores que he cometido. Interrógame ya
qué he hecho con mi vida. Otros en su lento andar
han venido a mis pensamientos, y algunos trataron
de socorrer o de herir: pregúntame qué diferencia ha hecho
su fuerte amor o su odio.

Escucharé lo que me dices.
Tú y yo podemos volvernos y mirar
el silencioso río y esperar. Sabemos
que la corriente está allí, escondida; y hay idas
y venidas de muy lejos
que sostienen la permanencia antes que nosotros.
Lo que dice el río, eso es lo que yo digo.

(publicado en "La danza del ratón" N°8 agosto 1987)

Dolores Castro





CÓMO ARDEN, arden
mientras van a morir empavesadas
las palabras.
Leñosas o verdes palabras.

Bajo su toca negra se enjaezan
con los mil tonos de la lumbre.

Y yo las lanzo a su destino;
en su rescoldo brillen.



Nunca Ceniza
¡Nunca será ceniza!
¡Fuego! ¡Fuego!
Impalpable coto de caza,
mundo de nuestros límites,
Inmenso.

Mundo con atadura de seda
y cerradura
con amoroso cerco de púas.

Mundo de nuestros límites:
hacia la media miel
la punzadura,
hacia la música el estruendo.

El paso llano
y a medio pie
el abismo.

¡Fuego, fuego!
¡Nunca será ceniza nuestro anhelo!



Intelectuales S.A.
Mientras tú trabajas,
yo pienso por ti.

Y si tú sufres,
yo sufro por ti.

Y si tú no comes,
yo ya comí.

Y si te matan


Yo no morí.

 

Yehuda Amijai




EN UN SITIO ARQUEOLOGICO



En un sitio arqueológico

vi fragmentos de preciosos navíos, limpios

y bien carenados, aceitados y relucientes

Y junto a él vi un montón de polvo descartado

que no servía siquiera para cultivar

cardos ni espinas



Y pregunté: ¿Qué es éste polvo gris

que ha sido rempujado y esparcido

y torturado y arrojado luego?



Respondo en mi corazón: este polvo

es gente como nosotros, quien durante su vida

vivió separada de las piedras

de cobre, oro y mármol

y todas las cosas preciosas-

y siguen así en la muerte

Somos este montón de polvo, nuestros

cuerpos, nuestras almas, todas las palabras

en nuestra boca, toda la esperanza.

Armando Rubio Huidobro




CONFESIONES

Soy bestia umbilical, delgada y andariega,
con un aire de pájaro en la calle.

Atado a los semáforos
por ley irrevocable.
Suelo ser atacado por mis hábitos
y por los vendedores ambulantes
que me auscultan la cara
de bar destartalado y decadente.

Amo a la ciudad más que a nadie:
las calles y edificios,
noches pobladas de mamíferos
domésticos y astutos, que transitan por bares,
y beben, y comen, y se ríen, y se ríen, y se mueren.

Soy bestia siempre en celo,
pájaro individual, enfermo.

Confiado ciegamente en mis zapatos,
no me pierdo un detalle
de lo que está pasando, que es muy grave.

Me entristecen los hombres, me deprimen
sus orejas, sus dientes, y las blandas
extremidades; las ojeras;
y los rostros desérticos, tortuosos;
bigotes, anteojos, pelos, anillos, monedas;
cigarros defendidos contra viento y marea; el fraudulento
pudor de las camisas;
y el orgullo, ese orgullo inconcebible...

Sobre todos,
los hombres que van solos por el mundo,
unánimes espaldas, hombros, rabia.

¡Voltear los autobuses, y tocarles
la oreja a los absurdos transeúntes,
saber de abuelas suyas y de hermanas,
y de la fecha atroz en que nacieron!

Cordialmente aborrezco
a los hombres de gafas, que saludan
suficientes, constreñidos,
con una mano blanda, lisa, como de nieve,
y se vuelven, y mueren
de cara ante el periódico;
a todos los que pasan
las horas entre muslos y aguardientes
perpetuando la fiesta de este mundo.

Extraña la ciudad cuando parece
no haber nadie, ni voces de Zutano o Mengano,
cuando una sombra inmensa, resollando
se descuelga de muros, y se manda cambiar,
de una vez por todas, hacia un patio sin hambre;
aunque haya transeúntes
con ojos de paloma y pecho duro,
y algunos que se tienden en las calles
con un olor a muertos
y a padre avejentado por sus sueños.

Ninguna novedad hoy en la tarde.
La ciudad y su curso inevitable.
Yo, bestia umbilical, pájaro enfermo,
he de seguir de noche
atado al parpadear de los semáforos,
a la misma ciudad donde parece
que ya no habita nadie.


Rita Ann Higgins





LA VISIONARIA

La mujer en la tienda de caramelos
se está convirtiendo en su madre.
Tan sólo la semana pasada
era joven
cuando charlar de bodas
y empapelados y heladeras nuevas
y un pequeño departamento en la ciudad era la charla toda.

Luego sólo Dios sabe por qué
él tomó un micro que nunca se detuvo
y ella fue abandonada
con la vergüenza del empapelado
de no tener ningún fruto en su vientre
a quien pudiera comprarle
zoquetes blancos.

El cansancio de su madre
creció en ella
su manera de ser
su gracias a Dios.

Cuando hizo cuentas
usó las gafas de su madre.
Bromeó al respecto
"cuál es la diferencia
acaso no tenemos yo y mamá
la misma vista de todas formas
acaso las dos no vemos bien de lejos.

Ennio Moltedo




TAL VEZ

Tal vez una mañana recién desembarcada
se atreva con todas las ventanas a un tiempo
y penetre por rejas, cortinas y plantas y
acaricie el lomo del gato y avance por
barandas, escaleras, cama dorada y siga las
ondas y tejidos alrededor de islas y platos
y fuentes cubiertos por pájaro niño y trepe
la guarda y camine sobre los cuerpos y hasta
los párpados llegue la luz de la mañana
o el doblez de este nuevo sol de sal y
esperanza.
Valparaí­so yace y se acoda en su ventana
y mira su propio ojo iluminado.

Tomas Tranströmer





NOCTURNO

Por un pueblo conduzco de noche, las casas aparecen
En el resplandor de mis luces – ellos están despiertos, desean beber.
Casas, galpones, letreros, vehículos abandonados –es ahora
Se visten ellos mismos en vida. La gente duerme:

Algunos pueden dormir en paz, otros con semblantes tensos
Como si estuviesen estrenando para la eternidad
No osan soltarse completos a pesar que su sueños son pesados.
Descansan como barreras caídas cuando cruza el misterio.

Afuera del pueblo el camino se alarga entre los árboles del bosque
Y los árboles los árboles en silencio entre ellos
Tienen el color teatral que tiene el brillo del fuego
¡Qué claras son sus hojas! Me persiguen hasta mi hogar.

Me acuesto a dormir, veo imágenes desconocidas
Y signos suben solos detrás de las pupilas
En la oscuridad de la muralla. En la rendija entre en vela y el sueño
una gran carta intenta colarse en vano.

Kerry Hardie





CANCIÓN

Aquí llega Invierno, grita su poder y su gloria,
se burla de la carne, elige huesos para su ramos de bodas.

Huesos, y el viejo sonido de campana de ciervo, Hambre,
deambulan por las colinas. Invierno

que mengua la luz y espesa la oscuridad
y detiene el sonido del agua que corre. Invierno

roto únicamentey una y otra vez
por la mancha oscura, Semilla, hospedada en su corazón.

(Traducción: Leonor Silvestri
Irlandesas, 14 poetas contemporáneas, Bajo la Luna, 2011)


Domingo Rivero




MIS PIES

Pies que alzábais ayer –cuando yo era
ferviente soñador- polvo que ardía,
de mi sol juvenil bajo la hoguera,
como una nueve al despuntar el día,
y tal vez misteriosa cabellera
en la senda a lo lejos parecía…
¡Aquel amanecer de la quimera
es noche triste en mi vejez sombría!
Y hoy, pobre pies cansados, que a mi puerta
la muerte ya con impaciencia llama,
y camináis hacia la tumba abierta;
de la senda de ayer, ahora desierta,
polvo arrastráis con que mullir la cama
en que no se despierta.

(8 Septiembre 1924)

Lois Pereiro





XXV



Déjate devorar por quien te escoja

ahora que eres una luz evadida

de la oscuridad que te había capturado.



Déjate devorar

e impide fieramente

que te vuelva a habitar y te contagie

tu latente sombra irrevocable.

sábado, 22 de marzo de 2014

Moya Cannon





EL TREN

El terraplén del ferrocarril a nuestra izquierda
traza una línea verde a través del pedregal y el brezo grisáceo.
Una vía fantasma transporta un tren fantasma
al oeste desde Letterkenny a Burtonport.
En uno de los asientos de tablillas de madera se sienta
una muchacha seria de catorce años, de Tyrone,
fino, lacio pelo rojo.
El tren resopla con un sonido metálico sobre nuestras cabezas
a través de las torres de alta tensión hechas de piedra
que flanquean la parte más estrecha del camino.
La muchacha viaja para estudiar en Ranafast
en mil novecientos veintinueve.
El tren de vapor de trocha angosta avanza tan despacio
que ella puede sacar un brazo
y arrancar las hojas de los pocos árboles del costado.
Su amiga sostiene su sombrero fuera de la ventanilla
y lo hace girar y girar, con la mente en blanco,
hasta que rueda y aterriza en el pedregal.
Mi madre no sabe que esa línea del ferrocarril fue construida
por varones que creían que el tren había sido vaticinado
en las profecías de Colmcille
como un cerdo negro resoplando a través del vacío.
Ella no puede profetizar, por eso no sabe
que su padre morirá en tres años,
o que conocerá a su esposo
y pasará su vida adulta
al oeste de estas redondas colinas de granito,
o que, en setenta y cinco años,
una de sus hijas la llevará en coche
bajo ese puente que ya no existe
fuera de Donegal
por última vez.
Todo lo que sabe es que está yendo a Ranafast
y que el tren avanza muy despacio.

(Traducción de Leonor Silvestri, en Irlandesas. 14 poetas contemporáneas, Ed. Bajo la luna, Buenas Aires, 2011.)

Pierre Unik




Es más bello que el color de ese guante olvidado en el mar
y en los surcos desiertos no encuentro más nada
pero allá lejos los instrumentos de música se reúnen
en una alcoba
en un carro cuadrado
y es el amor que comienza
con festones en los cuatro ángulos
y batallas que nunca terminan
adiós maravilla adiós no tienes corazón
sino un álamo manso en la solapa del saco
y no es sin dar la alarma que mi voz llega a tu ciudad
La barca en la que se suicidan los fantasmas después de una inmersión prolongada en el cadmio de las consagraciones
la barca desnuda se presenta a mi puerta
y llama con todo su negro cielo
"pálida, dice ella, pálida más pálida que tu esposa"
y esos dientes en el sonido de la mirada me trituran
esos dientes de cadena y de incendio
incendio en que las mujeres forman la cadena
para impedir que nazca el nueve de espadas
el paje diabólico que tiene surgente de florestas
ese paje lo conozco es el nueve de espadas
y las mujeres en la ciudad son más pobres de lo que esperaba
más pobres que mi venganza
y que mi furia
más pobres que un cartero que sólo posee el abandono
sobre una casa de ocho pisos
de un billete de ida y vuelta para la horca
Es en la encrucijada del camino y de la muerta
donde se levanta el poste indicador de las enamoradas
allí acuden todos los meses a recoger los rumores
allí se encuentran pero no se ven jamás
El espantajo del castillo de naipes
el maniquí de silencio
con armadura de brezales
con su llama y su tahalí
el espantajo de los siglos
a la salida del subterráneo
no hay laberinto que importe
todas las alas y todas las llaves abren los poros del castillo de naipes

René Crevel




NOCHE

Suavemente para dormir a la sombra del olvido
esta noche
mataré a los merodeadores
silenciosos bailarines
nocturnos
y cuyos pies de terciopelo negro
son un suplicio para mi carne desnuda
un suplicio suave como el ala de los murciélagos
tan sutil que lleva el espanto
a los puntos en que la piel se vuelve temerosa, se conmueve
para amar mejor, para tener miedo
de otro cuerpo y del frío.
Pero, ¿en qué río huir de esta noche oh razón mía?
Es la hora de los muchachos malos
la hora de los malos bandidos.
Dos grandes ojos de sombra en la noche
serían tan dulces para mí, tan dulces.
Prisionero de las tristes estaciones
estoy solo, un bello crimen ha resplandecido
allá, allá en el horizonte
alguna serpiente acaso, helada de no amar.
Pero, ¿dónde fluye, dónde fluye a lo lejos
el río que necesita
mi razón para huir de esta noche?
Por las orillas van las jóvenes
sus ojos están cansados, sus cabellos brillan.
Nada sé decirles a esas jóvenes
de las que los muchachos malos
son
de las que ellos
son
los orgullosos revendedores.
Estoy solo, un bello crimen ha resplandecido.
Dos grandes ojos de sombra en la noche
serían tan dulces para mí, tan dulces.
Es la hora de los malos bandidos.

(1924)

Esther Zarraluki





Las pescaderas
remueven el hielo

hablan con el cliente y piensan
en sus cosas, algunas
con los pezones duros bajo
el milagro de sus puntillas

de noche aman sus carnes

tiran las cabezas al suelo
descaman la piel
con encías inocentes

asoman sus uñas rojas cuando
destripan al pez y
le cambian el nombre

el poema se les parece

(Cobalto)

José Coronel Urtecho




EL TIGRE ESTÁ EN LA NIÑA

Tiger! Tiger! burning bright
In the forest of the night
William Blake


El tigre está en los ojos
Preso entre curvas mansas, perezosas
Despertando del lodo como vegetaciones
Entre panales y gorgeos al borde de la cama
El grifo abierto, el rumor, el vapor de la bañera
El zumo de naranja, las tostadas
Todo lo que se apunta con la lengua del lápiz
El gesto de la mano que suelta una paloma
Los pechos como nidos ocultos en las ramas
Y una serpiente dulce como un canto
Entre viejas consolas y entre jaulas de flores

Buenos días, muchacha hace tiempo olvidada
No despiertes del todo en la visita
Sigue tus infalibles líneas ecuatoriales
Siempre dormida, virginal, obscena

Conoces tú a la dama de la mano en el pecho?
El tigre está en la niña del ojo de la mujer.

Carlos Mastronardi




EL FORASTERO

Renuncia este hombre opaco y extraviado

al juego de los otros, a la unánime empresa

de probar el sabor del mundo cierto,

como si el tiempo que iracundo arroja

el hueso del presente codicioso

a la despierta voluntad de todos,

nunca lo hubiera visto,

como si la hermandad innumerable

que rueda hacia el dolor y la delicia

no pudiese rendirlo a sus verdades claras.



Renuncia este hombre al don de la hora vívida,

al esplendor del día donde caben

las venturas concretas, los adioses,

la parcial efusión que arde y resurge,

los trofeos del odio y la batalla,

las zozobras que el alma quiere en secreto, y todo

cuanto pide, no signos, sino real llamarada.



Quién sabe cuántas noches lo asociaron al quieto

reino de las personas ilusorias,

donde el castigo es tenue y es vaga la delicia,

y así en mansa demora miró correr los años,

pues quiso confundirse con mentidas criaturas

para que fuera leve también, y no de hierro,

el plazo de los actos cardinales

que son nuestros sepulcros sucesivos.



Como quien se libera en el exilio,

vive oculto en comarca de signos y de fábulas,

donde las almas pueden desandar sus jornadas

y rehacerse a despecho de los hados,

pues lo domina el insensato empeño

de volverse un tramposo del destino.



Desoye -¿los vivientes podrán creerlo?-

el férvido llamado de las horas

que no le traen el hijo ni los viajes,

ni la curiosidad por otros seres,

porque el desierto es su jardín luciente

y, como ajeno al orden natural de las cosas,

-ya tranquilo en su mundo menor y vaporoso-

todo lo sacrifica a unas imágenes.

Ni siquiera el sonido del mar sobre la playa

donde juegan los cuerpos; tampoco el rostro nuevo

que se anima en la fiesta,

porque indirectos cielos lo aprisionan,

y su alma distraída sólo goza

los bienes negativos de la calma y la ausencia.



Y semejante al párvulo, que en su candor se pierde,

deslumbrado en los reinos

que fundan con engaño las palabas,

vive prestada vida y aventura refleja.

Y las criaturas que en sí mismo engendra,

hijas de su delirio cuidadoso,

en vano salen a probar fortuna,

al azar ofrecidas, a lo incierto,

al capricho y la música de algún hombre recóndito.

Así, en ese desvelo para nadie,

en un país de símbolos humosos,

pierde su vida el lento forastero

que oscuro persevera,

esclavo de unas sombras.

Teresa Calderón





EGO SUM QUI SUM

Una parienta desaliñada vieja
agitó el desierto en los relojes
Nací
Se puso el sol en mi camino
y marcó mi tiempo con gruesas señales
la estrella
los dolores
Manos moras me ahuecaron las ojeras
alguien lanzó puñados de violetas sobre mi cara
y un olor a chirimoyas
Cuánta sangre enredada en mis venas
gajos de tiempo trepando
y un ramo de esperanzas blancas
A l fondo el corazón
como una tierra libre y palpitante
donde crecen copihues
Semillas de azafrán pigmentaron mi piel
y me llenaron los ojos de lunas y aceitunas
mi latina cintura pelo cuello cabello
el dolor mordió hasta sangrar
Mis caderas persiguiendo un danzón
Si hay muerte no hay victoria
En la sombra más antigua más antigua
las abuelas sicilianas
pulían su venganza para mí
este catalejo por donde sigo mirando.

Henri Meschonnic





vemos la vida
no con
los ojos solamente
vemos la vida
con todo
el cuerpo tenemos
ojos en todas partes sin saber
la vemos en todos los sentidos
la zancamos la juvenecemos
aliento cortado el corazón en
la cabeza
vemos la vida
al revés
* * *
el corazón en la mano el corazón
en la boca
corazón que desborda
corazón desplazado desmarcado
es el cuerpo en sus esperas
es esperar
quién es el cuerpo
* * *
hay lugares que están más llenos de espera
que otros
cabezas
más llenas
de un fuego
del tiempo que otras es una
historia que camina mientras duerme
he recibido un talismán
desde el otro lado de la espera
duermo el tiempo
desde que
ardo sin
consumirme
puesto que soy esa zarza
* * *
hoy esperaba
demasiado
pero no vino nadie
* * *

(Trad. Hugo Savino)
 


 

Jorge Velasquez





EN MIS PROPIAS GUAITECAS

Te diré que he estado buscando mi isla en otras islas
Chonquis o Payos carcomidos por el bosquejo de una ruta misionera
sus peces brillantes en un ajeno mar transparente

Te diré que remo sin descanso por el lago de los huemules
desbordado por el semblante de glaciares
y ojos perdidos en los ventisqueros

Tres veces cayó el ombligo en la vertiente
tres veces rasguñaron el infortunio
y otro es el árbol que crece en la maleza
.. . .. .. .. . en guarniciones desconocidas

por eso no me dejo embaucar por el nuevo vientre de la luna
o seducir por palabras que hablan de ciénagas o remordimientos
Heme aquí habitado por el rencor
una sudorosa espiga en su ánima
raíces arañando el vaho de luces pobres
.. . .. .. .. . que emergen de la desembocadura

Cayó en mí el árbol que me cerca

Nadie abrirá el fósil destas palabras

Desorbitado en mi archipiélago
me he buscado como nunca
en mi propio campo de concentración
que arde sin encender la luz de la claridad.

Gabriela Franco





TIRO una piedra
el silencio acampa en la caída


lanzo una soga
en la noche inmensa
en el negro brea
en el vacío compacto


tiro una piedra
la oscuridad la devora sin sonido


tiro una piedra
el pecho es un aljibe
un hueco en la sombra
un bloque de cemento blando
una hoguera


tiro una piedra
el pecho aúlla
la roldana trae caras
cuero
voces


el pozo no es un estanque
ni revoltijo
es una fuerza oscurecida
hacia lo que mata
una fosa común
una pesa detenida en el tiempo
la memoria


tiro una piedra
uno a uno suben
los deseos multiplicados
perdidos
en la resonancia de la batalla
en la muerte
en la furia y la torpeza


el pecho duele
miro la copa de los árboles
me siento a la sombra
siento
la gravedad de la tierra


(de "Modos de ir" ed En Danza, 2013)

Marin Sorescu





SHAKESPEARE

Shakespeare creó el mundo en siete días.
En el primero hizo el cielo, los montes, los abismos
Del alma.
En el segundo hizo los ríos, los mares, los océanos
Y demás sentimientos,
Y se los entregó a Hamlet, Julio César , Cleopatra y Ofelia,
A Otelo y otros,
Para que se enseñorearan en ellos con sus sucesores
Por los siglos de los siglos.
El tercer día reunió a todos los hombres
Y les enseñó los gustos:
El gusto de la felicidad, el gusto del amor, el gusto
De la desesperación,
El gusto de los celos, el gusto de la gloria.
Entonces fue que negaron unos individuos que se habían retrasado.
El Creador les acarició, compasivo, la cabeza,
Y les dijo que no les quedaba sino hacerse
Críticos literarios
Y negar su obra.
El cuarto y el quinto día los reservó a la risa.
Liberó a los payasos
Para que hicieran sus cabriolas
Y dejó a reyes, emperadores
Y otros infelices divirtiéndose.
El sexto día solucionó unos problemas administrativos:
Desencadenó una tormenta,
Enseñó al rey Lear
Cómo llevar su corona de paja.
Habían quedado algunos desechos del génesis
Y creó a Ricardo III.
El séptimo día echó una mirada para ver si le quedaba algo por hacer.
Los directores de teatro ya habían llenado la tierra con carteles,
Y Shakespeare consideró que después de tanto esfuerzo
Valía la pena ver también él un espectáculo.
Pero antes de esto, sintiéndose sumamente agotado,
Se fue a morir un poco.

(Versión de Omar Lara)