viernes, 18 de noviembre de 2016

Ernestina de Champourcín



Los árboles contigo...

¡Los árboles contigo!
Masas de hojas verdes traspasadas de luz
y mi nombre allá lejos,
murmurando allá lejos
a la orilla del mar por voces que no saben
qué página de un libro
me estalla entre los labios.



Josefina de la Torre






Te quiero porque sabes decir mentiras

Mira:
me gustas porque sabes
decir mentiras.
Si dijeras verdades
no me gustarías.
¡Qué dulce que sabe
la mentira!
Es buena,
noble,
decisiva.
Y la verdad
¡qué tonta y desabrida!
Siempre igual,
esperada, conocida.
¡En cambio la mentira
qué dulce,
amarga compañera mía!

Te quiero,
porque sabes decir mentiras

(de "Poemas de la isla", 1930)


jueves, 17 de noviembre de 2016

Jorge Guillén




Desnudo

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
       Retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
       De una sombra secreta.

Pero el color, infiel a la penumbra,
        Se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
        Una forma se alumbra.

Claridad aguzada entre perfiles,
        De tan puros tranquilos
Que cortan y aniquilan con sus filos
         Las confusiones viles.

Desnuda está la carne. Su evidencia
         Se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
         Colmo de la presencia.

¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
         Del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
         ¡Oh absoluto presente!

(de:"Cántico", Sudamericana, 1950)



jueves, 10 de noviembre de 2016

Ósip Mandelstam, Coloquio sobre Dante



Capítulo IV

   En el canto XVII del Inferno hay un monstruo llamado Gerión que sirve de transporte. Es una especie de tanque extremadamente poderoso y, además, alado. Pone a disposición de Dante y de Virgilio sus servicios, tras haber recibido de la jerarquía soberana la orden de transportar a los dos pasajeros al octavo círculo, que se encuentra más abajo.

due branche avea pilose infin l'ascelle,
lo dosso e '1 petto e ambedue le coste
dipinti avea di nodi e di rotelle:

con piú color, sommesse e sopraposte
non fer mai drappi Tartari ne Turchi,
ne fuor tai tele per Aragne imposte.[1]

                      Inferno, XVII, 13-18

   Se trata de la pigmentación de la piel de Gerión. Su espalda, su pecho y sus costados se encuentran abigarrados de ornamentos: nudos y círculos. Los tejedores turcos o tártaros, precisa Dante, no tienen en sus tapices un colorido tan vivo...

   La brillantez textil de esta comparación es deslumbrante, y son definitivamente inesperadas las perspectivas comerciales y textiles que en ella se revelan.

   El Canto XVII del Inferno, dedicado, por su temática, a la usura, está muy cerca de la combinación de mercancías y de la actividad bancaria. La usura paliaba la ausencia de un sistema bancario, del que se sentía ya una imperiosa necesidad; era el más indignante de los males de aquella época, pero al mismo tiempo era una necesidad que facilitaba el comercio con el Mediterráneo. La iglesia y la literatura cubrían de oprobio a los usureros, pero la gente seguía acudiendo a ellos. Había incluso algunas familias nobles que practicaban la usura: banqueros que tenían bienes territoriales, una base agraria, y esto irritaba especialmente a Dante.

   El paisaje del Canto XVII es de arenas incandescentes, es decir, algo que se asocia con las rutas de las caravanas árabes. Sobre la arena están sentados los más ilustres usureros: Gianfigliazzi y Obriachi de Florencia, Scrovegni de Padua. Cada tino lleva al cuello un saquito—amuleto o pequeño talego—con el escudo de su familia bordado en él sobre un fondo de color: un león azul marino sobre fondo dorado, el de uno; una oca más blanca que la manteca recién batida sobre un fondo rojo sangre, el de otro; una cerda azulosa sobre fondo blanco, el del tercero.

   Antes de embarcarse en Gerión y planear hacia el abismo, Dante reseña aquella curiosa exposición de escudos familiares. Hago notar que los saquitos de los usureros están allí como muestras de colores. La energía de los epítetos relativos al color y el lugar que ocupan en los versos hace palidecer la heráldica. Se habla de los colores con una especie de parquedad profesional. En otras palabras, los colores están presentados tal como son cuando todavía se encuentran en la paleta del artista, en su estudio. ¿Acaso es sorprendente? Dante era versado en pintura, era amigo de Giotto, y seguía con interés las rivalidades entre las escuelas pictóricas y las tendencias de la moda.

Credette Cimabue nella pittura...[2]

                   Purgatorio, XI, 94 

Wiliam Blake, Gerión transporta a Dante y a Virgilio hacia las Malasbolsas
Giustave Doré,  Gerión.


   Después de haber observado hasta la saciedad a los usureros, se montan en Gerión. Virgilio pasa el brazo alrededor del cuello de Dante y se dirige al dragón diciéndole: «Desciende en amplios círculos, baja suavemente; acuérdate de tu nueva carga.»

  La sed de volar torturaba y extenuaba a la gente de la época de Dante tanto como la alquimia. Era hambre de cortar los aires. Ninguna orientación. No se ve nada. Delante sólo hay una espalda tártara: la espeluznante bata de seda que es la piel de Gerión. Únicamente por el viento que azota el rostro se pueden intuir la velocidad y el rumbo, Aún no se ha inventado la máquina voladora, aún no existen los dibujos de Leonardo, pero el descenso en planeo ya ha sido resuelto.

   Y, finalmente, aquí irrumpe la cetrería. Las maniobras de Gerión, que retarda el descenso, pueden compararse con el regreso de un halcón mal lanzado que, habiendo remontado en vano, retrasa el momento de obedecer la llamada del halconero y, una vez que ha descendido, bate contrariado las alas y se posa lejos del lugar.

   Ahora trataremos de abarcar el Canto XVII en su totalidad, pero desde la perspectiva de la química orgánica de las ricas imágenes dantescas, que no tienen nada que ver con lo alegórico. En lugar de relatar lo que suele llamarse contenido, consideraremos ese eslabón del trabajo de Dante como una ininterrumpida transformación del sustrato de la materia poética, que conserva su unidad y se esfuerza por penetrar en su propio interior.

   El pensamiento en imágenes de Dante, como sucede en toda verdadera poesía, se realiza gracias a una propiedad de la materia poética que yo propongo llamar convertibilidad o mutabilidad. El desarrollo de la imagen sólo puede llamarse desarrollo de una manera convencional. Y es así: imagínense un avión—hagamos caso omiso de la imposibilidad técnica—que en pleno vuelo fabricara y lanzara otra máquina voladora. Esta máquina voladora, aunque ocupada de su propio movimiento, lograría ensamblar y lanzar una tercera máquina. Para que la comparación de la que he echado mano sea exacta, añado que el ensamblaje y el lanzamiento en pleno vuelo de esos nuevos aparatos, técnicamente inimaginables, no es una función complementaria o accesoria del aeroplano que está e vuelo, sino un atributo esencial y un elemento del propio vuelo y condiciona su seguridad y su éxito en un grado no menor que el buen estado del timón o el buen funcionamiento del motor.

   Queda claro que sólo forzando mucho las cosa se le puede llamar desarrollo a esa serie de proyectiles que se fabrican durante el vuelo y se lanzan e uno desde el otro para asegurar la continuidad del movimiento.

   El Canto XVII del Inferno confirma espléndidamente la mutabilidad de la materia poética en el sentido en que acabo de hablar de ella. Las figuras de esta mutabilidad se dibujan más o menos así: volutas y círculos sobre la abigarrada piel tártara de Gerión—los tapices de seda recamada, extendidos sobre un mostrador mediterráneo—la perspectiva marítima, comercial, bancario-pirática—la usura y el regreso a Florencia a través de los saquitos heráldicos con muestras de colores frescos que no estaban en uso—la sed de volar, sugerida por el ornamento oriental que encauza la materia del canto hacia un cuento árabe con su técnica de la alfombra voladora—y, finalmente, el segundo regreso a Florencia con la ayuda de un halcón que es irremplazable, justamente porque es innecesario.

    No contento con esta prodigiosa demostración de mutabilidad de la materia poética, que llega mucho más lejos que todos los lances asociativos de la poesía europea más reciente, Dante, como si quisiera burlarse del lector poco perspicaz, cuando ya todo ha sido descargado, expulsado, entregado, hace que Gerión baje a tierra y, benévolo, lo envía o un nuevo peregrinar, como un arco que lanza una flecha.



Ósip Mandelstam, Coloquio sobre Dante, trad. de Selma Ancira. Ed. Acantilado, Barcelona, 2004.







[1] ' Pelos en ambas garras le nacían, / y su pecho, su espalda y sus costados / pintados nudos, círculos lucían. / Con más coi lor sus telas y bordados / los tártaros y turcos nunca hicieron, / ni han sido por Aracne imaginados.
[2] Creed a Cimabue en la pintura

jueves, 3 de noviembre de 2016

Laura Forchetti



1989


esta casa en silencio
el frío

ayer en el viaje me mostrabas
                                                      el cielo

                 los niños se duermen en los viajes
                 tenemos esa intimidad precaria
                 ese descanso


era más blanda que el agua
que el agua blanda


hay un orden en las estaciones

todavía
desde la cocina
miro la acacia
junio le ha dejado apenas
las legumbres de los frutos
vainas doradas que cuelgan
                                                     de las ramas
como papelitos


esta mañana
estuve en la casa vieja
corté ramas de lavanda

era más fresca que el río


años que dormimos juntos
a orillas
uno del otro
ajenos al sueño
los lenguajes nocturnos
                  como otra escritura
                   asimétrica


la escritura es un territorio
privado


saber sufrir después partir


a veces los celos o el aburrimiento
escenografías
por las que se filtra el sol


hay un orden en las estaciones

                  enumeramos pájaros en la ruta
                  ese descanso

ahora quisiera

los deseos trazan mapas
                                    en nuestra cabeza
erramos con los ojos cerrados
sobre esos mapas
incompletos
como los sueños que acaban
                                                       de golpe
nos despertamos sin saber
si hubo final



perfume de naranjo en flor


apiladas sobre las mesas de noche
las novelas que se cruzan
estos años
un monje en silencio
sobre un libro
                                    la luz que cae
apenas suficiente
san agustín lo cuenta




                                                    todavía
nos descubrimos en esa soledad
los separados

apiladas sobre las mesas de noche
las lecturas
que traducimos a nuestros gestos
                                   levantarse
                                   decir un nombre
                                   otro día que sigue

qué le habrán hecho mis manos


hay una palabra nueva
un gesto que no te conocía
vuelvo a estar frente a un extraño


                                    sin embargo
hemos visto la muerte
en la desnudez
de la enfermedad


como una mano ajena
que me levanta la ropa


la voz devuelve el oído
                                   a su sitio


traje mi cuaderno
                  los niños  se duerme en los viajes

ahora leo para vos
desierto y luna


mientras señalás el cielo que cambia
                                    frente a nuestros ojos


(de “Cerca de la acacia”, VOX, 2007)




miércoles, 2 de noviembre de 2016

Gil Vicente



Cantiga 4

Halcón que se atreve
con garza guerrera,
peligros espera.

Halcón que se vuela
con garza a porfía
cazarla quería
y no la recela.

Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.

La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.

Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.

Fernando de Herrera



Rojo Sol

Rojo sol, que con hacha luminosa
cobras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
que iguale a mi serena Luz dichosa?
Aura süave, blanda y amorosa,
que nos halagas con tu fresco vuelo,
¿cuando se cubre del dorado velo
mi Luz, tocaste trenza más hermosa?

Luna, honor de la noche, ilustre coro
de las errantes lumbres y fijadas,
¿consideraste tales dos estrellas?

Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro,
¿oístes vos mis penas nunca usadas?
¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas?

martes, 1 de noviembre de 2016

Garcilaso de la Vega


Soneto X

¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas qu’en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevame junto el mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

Joan Maragall



La vaca ciega

En los troncos topando de cabeza,
hacia el agua avanzando vagorosa,
del todo sola va la vaca. Es ciega.
De una pedrada harto certera un ojo
le ha deshecho el boyero, y en el otro
se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
Va a abrevarse a la fuente que solía,
mas no cual otras veces con firmeza,
ni con sus compañeras, sino sola.
Sus hermanas por lomas y cañadas,
por silencio de prados y riberas,
hacen sonar la esquila mientras pastan
hierba fresca al azar. Ella caería.
Topa de morro en la gastada pila,
afrentada se arredra, pero torna,
dobla la frente al agua y bebe en calma.
Poco y casi sin sed; después levanta
al cielo enorme la testuz cornuda
con gesto de tragedia; parpadea
sobre las muertas niñas, y se vuelve,
bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
por sendas que no olvida, vacilando,
blandiendo en languidez la larga cola.

(Poesies, 1895; Traducción de Miguel de Unamuno)

Virgilio Giotti


EN LA ORILLA


Detrás del ruido de autos y tranvías,
Detrás de la impotencia de los árboles

    Y después de la orilla con el humo

De los barcos, los quioscos y la gente,
Está el mar, está el cielo. Miro el mar,
Miro el cielo desnudo, y me consuelo,
          En ese mar, en ese cielo
       Está lo que deseo, lo que espero.







Colores (Antología 1909-1955), Pre-Textos.