Santa Maravilla
Santa Maravilla
cómo te duele el vuelo de los pájaros
y el surco del labriego.
Santa Maravilla, triste como un dios.
Ya perfumaste el trigo
y tu mano abrió el corazón de la azucena.
¡Esto duele, m Santa Maravilla!
Hija del Salvador, hermanita del humo
y de los ojos de los pobres,
yo sé que la luna duerme en la colmena de tus hombros.
Alta como la muerte cruzas
por una región trémula de lámparas.
¡Oh suavidad del musgo de tus ojos
húmedos como los caracoles y cantando!
Más allá de este mundo de cenizas
mueres en todo, mi Santa Maravilla.
Quiero la vida por tu caminar de ola triste,
este mundo lento de pájaros
que te turbaron la avenida del sueño.
Hasta la rosa te llagó en las manos
y la tarde giró en tu cuerpo deslumbrado.
Yo la vi, mi Señor, desde la raíz de mi muerte.
Venía como sosteniendo la noche.
Así aparece allá en el fondo de la tristeza tu costado.
Mi Dios de ojos azules con manos de amatista.
Yo la vi como viviendo sólo de sus voz.
Me penetré de ella como un niño de luz.
Cuando se acercó en el horizonte
escuchando se detuvieron las alas
y hasta en los brazos de la Cruz del día
clavó un leve collar de golondrinas.
¡Cuánto sufriste, mi cirio, pies de jazmín, boca de lágrimas!