domingo, 11 de diciembre de 2016

Ángel Cruchaga Santa María



Santa Maravilla

        Santa Maravilla

cómo te duele el vuelo de los pájaros

y el surco del labriego.

Santa Maravilla, triste como un dios.

Ya perfumaste el trigo

y tu mano abrió el corazón de la azucena.

¡Esto duele, m Santa Maravilla!

Hija del Salvador, hermanita del humo

y de los ojos de los pobres,

yo sé que la luna duerme en la colmena de tus hombros.

Alta como la muerte cruzas

por una región trémula de lámparas.

¡Oh suavidad del musgo de tus ojos

húmedos como los caracoles y cantando!

Más allá de este mundo de cenizas

mueres en todo, mi Santa Maravilla.

Quiero la vida por tu caminar de ola triste,

este mundo lento de pájaros

que te turbaron la avenida del sueño.

Hasta la rosa te llagó en las manos

y la tarde giró en tu cuerpo deslumbrado.

Yo la vi, mi Señor, desde la raíz de mi muerte.

Venía como sosteniendo la noche.

Así aparece allá en el fondo de la tristeza tu costado.

Mi Dios de ojos azules con manos de amatista.

Yo la vi como viviendo sólo de sus voz.

Me penetré de ella como un niño de luz.

Cuando se acercó en el horizonte

escuchando se detuvieron las alas

y hasta en los brazos de la Cruz del día

clavó un leve collar de golondrinas.

¡Cuánto sufriste, mi cirio, pies de jazmín, boca de lágrimas!

viernes, 2 de diciembre de 2016

Diego Hurtado de Mendoza



SONETO

1

Días cansados, duras noches tristes,
crudos momentos en mi mal gastados,
el tiempo que pensé veros mudados
en años de pesar os me volvistes.

En mí faltó la orden de los hados;
en vos también faltó, pues tales fuistes,
que podréis en el tiempo que vivistes
contar largas edades de cuidados.

Largas son de sufrir cuanto a su dueño
y cortas si me hubiese de quejar,
mas en mí este remedio no ha lugar,

que la razón me huye como sueño
y no hay punto, señora, tan pequeño,
que no se os haga un año al escuchar.

Gabriel Bocángel



Yo cantaré de amor tan dulcemente


Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de amores,
empiece a confesar que amores siente.

Verá cómo no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores,
imitan en el suelo su corriente.

Verá que ni en amar alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza).

Porque si todo amor es esperanza,
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?

viernes, 18 de noviembre de 2016

Ernestina de Champourcín



Los árboles contigo...

¡Los árboles contigo!
Masas de hojas verdes traspasadas de luz
y mi nombre allá lejos,
murmurando allá lejos
a la orilla del mar por voces que no saben
qué página de un libro
me estalla entre los labios.



Josefina de la Torre






Te quiero porque sabes decir mentiras

Mira:
me gustas porque sabes
decir mentiras.
Si dijeras verdades
no me gustarías.
¡Qué dulce que sabe
la mentira!
Es buena,
noble,
decisiva.
Y la verdad
¡qué tonta y desabrida!
Siempre igual,
esperada, conocida.
¡En cambio la mentira
qué dulce,
amarga compañera mía!

Te quiero,
porque sabes decir mentiras

(de "Poemas de la isla", 1930)


jueves, 17 de noviembre de 2016

Jorge Guillén




Desnudo

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
       Retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
       De una sombra secreta.

Pero el color, infiel a la penumbra,
        Se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
        Una forma se alumbra.

Claridad aguzada entre perfiles,
        De tan puros tranquilos
Que cortan y aniquilan con sus filos
         Las confusiones viles.

Desnuda está la carne. Su evidencia
         Se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
         Colmo de la presencia.

¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
         Del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
         ¡Oh absoluto presente!

(de:"Cántico", Sudamericana, 1950)



jueves, 10 de noviembre de 2016

Ósip Mandelstam, Coloquio sobre Dante



Capítulo IV

   En el canto XVII del Inferno hay un monstruo llamado Gerión que sirve de transporte. Es una especie de tanque extremadamente poderoso y, además, alado. Pone a disposición de Dante y de Virgilio sus servicios, tras haber recibido de la jerarquía soberana la orden de transportar a los dos pasajeros al octavo círculo, que se encuentra más abajo.

due branche avea pilose infin l'ascelle,
lo dosso e '1 petto e ambedue le coste
dipinti avea di nodi e di rotelle:

con piú color, sommesse e sopraposte
non fer mai drappi Tartari ne Turchi,
ne fuor tai tele per Aragne imposte.[1]

                      Inferno, XVII, 13-18

   Se trata de la pigmentación de la piel de Gerión. Su espalda, su pecho y sus costados se encuentran abigarrados de ornamentos: nudos y círculos. Los tejedores turcos o tártaros, precisa Dante, no tienen en sus tapices un colorido tan vivo...

   La brillantez textil de esta comparación es deslumbrante, y son definitivamente inesperadas las perspectivas comerciales y textiles que en ella se revelan.

   El Canto XVII del Inferno, dedicado, por su temática, a la usura, está muy cerca de la combinación de mercancías y de la actividad bancaria. La usura paliaba la ausencia de un sistema bancario, del que se sentía ya una imperiosa necesidad; era el más indignante de los males de aquella época, pero al mismo tiempo era una necesidad que facilitaba el comercio con el Mediterráneo. La iglesia y la literatura cubrían de oprobio a los usureros, pero la gente seguía acudiendo a ellos. Había incluso algunas familias nobles que practicaban la usura: banqueros que tenían bienes territoriales, una base agraria, y esto irritaba especialmente a Dante.

   El paisaje del Canto XVII es de arenas incandescentes, es decir, algo que se asocia con las rutas de las caravanas árabes. Sobre la arena están sentados los más ilustres usureros: Gianfigliazzi y Obriachi de Florencia, Scrovegni de Padua. Cada tino lleva al cuello un saquito—amuleto o pequeño talego—con el escudo de su familia bordado en él sobre un fondo de color: un león azul marino sobre fondo dorado, el de uno; una oca más blanca que la manteca recién batida sobre un fondo rojo sangre, el de otro; una cerda azulosa sobre fondo blanco, el del tercero.

   Antes de embarcarse en Gerión y planear hacia el abismo, Dante reseña aquella curiosa exposición de escudos familiares. Hago notar que los saquitos de los usureros están allí como muestras de colores. La energía de los epítetos relativos al color y el lugar que ocupan en los versos hace palidecer la heráldica. Se habla de los colores con una especie de parquedad profesional. En otras palabras, los colores están presentados tal como son cuando todavía se encuentran en la paleta del artista, en su estudio. ¿Acaso es sorprendente? Dante era versado en pintura, era amigo de Giotto, y seguía con interés las rivalidades entre las escuelas pictóricas y las tendencias de la moda.

Credette Cimabue nella pittura...[2]

                   Purgatorio, XI, 94 

Wiliam Blake, Gerión transporta a Dante y a Virgilio hacia las Malasbolsas
Giustave Doré,  Gerión.


   Después de haber observado hasta la saciedad a los usureros, se montan en Gerión. Virgilio pasa el brazo alrededor del cuello de Dante y se dirige al dragón diciéndole: «Desciende en amplios círculos, baja suavemente; acuérdate de tu nueva carga.»

  La sed de volar torturaba y extenuaba a la gente de la época de Dante tanto como la alquimia. Era hambre de cortar los aires. Ninguna orientación. No se ve nada. Delante sólo hay una espalda tártara: la espeluznante bata de seda que es la piel de Gerión. Únicamente por el viento que azota el rostro se pueden intuir la velocidad y el rumbo, Aún no se ha inventado la máquina voladora, aún no existen los dibujos de Leonardo, pero el descenso en planeo ya ha sido resuelto.

   Y, finalmente, aquí irrumpe la cetrería. Las maniobras de Gerión, que retarda el descenso, pueden compararse con el regreso de un halcón mal lanzado que, habiendo remontado en vano, retrasa el momento de obedecer la llamada del halconero y, una vez que ha descendido, bate contrariado las alas y se posa lejos del lugar.

   Ahora trataremos de abarcar el Canto XVII en su totalidad, pero desde la perspectiva de la química orgánica de las ricas imágenes dantescas, que no tienen nada que ver con lo alegórico. En lugar de relatar lo que suele llamarse contenido, consideraremos ese eslabón del trabajo de Dante como una ininterrumpida transformación del sustrato de la materia poética, que conserva su unidad y se esfuerza por penetrar en su propio interior.

   El pensamiento en imágenes de Dante, como sucede en toda verdadera poesía, se realiza gracias a una propiedad de la materia poética que yo propongo llamar convertibilidad o mutabilidad. El desarrollo de la imagen sólo puede llamarse desarrollo de una manera convencional. Y es así: imagínense un avión—hagamos caso omiso de la imposibilidad técnica—que en pleno vuelo fabricara y lanzara otra máquina voladora. Esta máquina voladora, aunque ocupada de su propio movimiento, lograría ensamblar y lanzar una tercera máquina. Para que la comparación de la que he echado mano sea exacta, añado que el ensamblaje y el lanzamiento en pleno vuelo de esos nuevos aparatos, técnicamente inimaginables, no es una función complementaria o accesoria del aeroplano que está e vuelo, sino un atributo esencial y un elemento del propio vuelo y condiciona su seguridad y su éxito en un grado no menor que el buen estado del timón o el buen funcionamiento del motor.

   Queda claro que sólo forzando mucho las cosa se le puede llamar desarrollo a esa serie de proyectiles que se fabrican durante el vuelo y se lanzan e uno desde el otro para asegurar la continuidad del movimiento.

   El Canto XVII del Inferno confirma espléndidamente la mutabilidad de la materia poética en el sentido en que acabo de hablar de ella. Las figuras de esta mutabilidad se dibujan más o menos así: volutas y círculos sobre la abigarrada piel tártara de Gerión—los tapices de seda recamada, extendidos sobre un mostrador mediterráneo—la perspectiva marítima, comercial, bancario-pirática—la usura y el regreso a Florencia a través de los saquitos heráldicos con muestras de colores frescos que no estaban en uso—la sed de volar, sugerida por el ornamento oriental que encauza la materia del canto hacia un cuento árabe con su técnica de la alfombra voladora—y, finalmente, el segundo regreso a Florencia con la ayuda de un halcón que es irremplazable, justamente porque es innecesario.

    No contento con esta prodigiosa demostración de mutabilidad de la materia poética, que llega mucho más lejos que todos los lances asociativos de la poesía europea más reciente, Dante, como si quisiera burlarse del lector poco perspicaz, cuando ya todo ha sido descargado, expulsado, entregado, hace que Gerión baje a tierra y, benévolo, lo envía o un nuevo peregrinar, como un arco que lanza una flecha.



Ósip Mandelstam, Coloquio sobre Dante, trad. de Selma Ancira. Ed. Acantilado, Barcelona, 2004.







[1] ' Pelos en ambas garras le nacían, / y su pecho, su espalda y sus costados / pintados nudos, círculos lucían. / Con más coi lor sus telas y bordados / los tártaros y turcos nunca hicieron, / ni han sido por Aracne imaginados.
[2] Creed a Cimabue en la pintura

jueves, 3 de noviembre de 2016

Laura Forchetti



1989


esta casa en silencio
el frío

ayer en el viaje me mostrabas
                                                      el cielo

                 los niños se duermen en los viajes
                 tenemos esa intimidad precaria
                 ese descanso


era más blanda que el agua
que el agua blanda


hay un orden en las estaciones

todavía
desde la cocina
miro la acacia
junio le ha dejado apenas
las legumbres de los frutos
vainas doradas que cuelgan
                                                     de las ramas
como papelitos


esta mañana
estuve en la casa vieja
corté ramas de lavanda

era más fresca que el río


años que dormimos juntos
a orillas
uno del otro
ajenos al sueño
los lenguajes nocturnos
                  como otra escritura
                   asimétrica


la escritura es un territorio
privado


saber sufrir después partir


a veces los celos o el aburrimiento
escenografías
por las que se filtra el sol


hay un orden en las estaciones

                  enumeramos pájaros en la ruta
                  ese descanso

ahora quisiera

los deseos trazan mapas
                                    en nuestra cabeza
erramos con los ojos cerrados
sobre esos mapas
incompletos
como los sueños que acaban
                                                       de golpe
nos despertamos sin saber
si hubo final



perfume de naranjo en flor


apiladas sobre las mesas de noche
las novelas que se cruzan
estos años
un monje en silencio
sobre un libro
                                    la luz que cae
apenas suficiente
san agustín lo cuenta




                                                    todavía
nos descubrimos en esa soledad
los separados

apiladas sobre las mesas de noche
las lecturas
que traducimos a nuestros gestos
                                   levantarse
                                   decir un nombre
                                   otro día que sigue

qué le habrán hecho mis manos


hay una palabra nueva
un gesto que no te conocía
vuelvo a estar frente a un extraño


                                    sin embargo
hemos visto la muerte
en la desnudez
de la enfermedad


como una mano ajena
que me levanta la ropa


la voz devuelve el oído
                                   a su sitio


traje mi cuaderno
                  los niños  se duerme en los viajes

ahora leo para vos
desierto y luna


mientras señalás el cielo que cambia
                                    frente a nuestros ojos


(de “Cerca de la acacia”, VOX, 2007)




miércoles, 2 de noviembre de 2016

Gil Vicente



Cantiga 4

Halcón que se atreve
con garza guerrera,
peligros espera.

Halcón que se vuela
con garza a porfía
cazarla quería
y no la recela.

Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.

La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.

Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.

Fernando de Herrera



Rojo Sol

Rojo sol, que con hacha luminosa
cobras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
que iguale a mi serena Luz dichosa?
Aura süave, blanda y amorosa,
que nos halagas con tu fresco vuelo,
¿cuando se cubre del dorado velo
mi Luz, tocaste trenza más hermosa?

Luna, honor de la noche, ilustre coro
de las errantes lumbres y fijadas,
¿consideraste tales dos estrellas?

Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro,
¿oístes vos mis penas nunca usadas?
¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas?

martes, 1 de noviembre de 2016

Garcilaso de la Vega


Soneto X

¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas qu’en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevame junto el mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

Joan Maragall



La vaca ciega

En los troncos topando de cabeza,
hacia el agua avanzando vagorosa,
del todo sola va la vaca. Es ciega.
De una pedrada harto certera un ojo
le ha deshecho el boyero, y en el otro
se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
Va a abrevarse a la fuente que solía,
mas no cual otras veces con firmeza,
ni con sus compañeras, sino sola.
Sus hermanas por lomas y cañadas,
por silencio de prados y riberas,
hacen sonar la esquila mientras pastan
hierba fresca al azar. Ella caería.
Topa de morro en la gastada pila,
afrentada se arredra, pero torna,
dobla la frente al agua y bebe en calma.
Poco y casi sin sed; después levanta
al cielo enorme la testuz cornuda
con gesto de tragedia; parpadea
sobre las muertas niñas, y se vuelve,
bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
por sendas que no olvida, vacilando,
blandiendo en languidez la larga cola.

(Poesies, 1895; Traducción de Miguel de Unamuno)

Virgilio Giotti


EN LA ORILLA


Detrás del ruido de autos y tranvías,
Detrás de la impotencia de los árboles

    Y después de la orilla con el humo

De los barcos, los quioscos y la gente,
Está el mar, está el cielo. Miro el mar,
Miro el cielo desnudo, y me consuelo,
          En ese mar, en ese cielo
       Está lo que deseo, lo que espero.







Colores (Antología 1909-1955), Pre-Textos.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Jorge García Sabal





Poema I


Los hombres y las mujeres de este pueblo
andan descalzos, pisan desnudo.
Ni el sol ni la lluvia ni la sombra
los hace felices o tristes; ellos
pisan desnudo, sin codicia.


Los hombres y mujeres de este pueblo
afilan piedras, engendran, festejan
con vino, tienen sueños nocturnos, mueren.
En silencio miran y pisan la tierra desnuda,
la aprietan, amontonan huesos, los tapan.


La gente de este pueblo es pobre y no
piensa más allá, no habla al futuro:
sólo apisona, ni feliz ni triste y
con huesos, piedras, sueños, cubre
y descubre lo que un día ha de nombrar:


memorias, involuntarios recuerdos, épicos
asuntos.


(de "Lugares propios", ed. de Tierra Firme, 1987)


jueves, 4 de agosto de 2016

Veronica Forrest-Thomson



Antigüedades

Un gesto es adjetivo,
dos manos, granito
cuando convierten el pan en carne
(Notre Dame, 14 de julio)
Un espejo es una vitrina de museo,
dos manos, de las sacerdotisas
cuando ella momifica su cara.
La emoción es un paréntesis,
dos manos, ironía
cuando enciendo la vela
y me santiguo.
La aprobación estética es cristal
cuando encierra sus ojos de fayenza
y su piel dorada.
(Musée du Louvre, 18 de julio)
Mirada es la cópula
que petrifica nuestras identidades diversas,
superficies sintácticas.

II

Día de los arcángeles
Mis margaritas de cartón han florecido
de nuevo.
La silueta de la ciudad destaca
como real, desde el libro desplegable
de un niño, “un castillo recortado
en papel” (Gawain y el Caballero Grene
c.1400). Hojas de otoño se giran como
páginas, negro sobre blanco. Porque el verde
y el oro deben ser tan parentéticos
como caminatas a través del aire afilado
y el color clamoroso, luz humosa
a lo largo de los Backs de Cambridge, de la máquina de escribir
a la Biblioteca. “Gramática” proviene de
“glamour”; la ecología podría mostrar que las dos
todavía son afines: Museo, Gr. mouseion,
santuario de las Musas, un edificio
dedicado a la búsqueda del aprendizaje
o las artes. (Diccionario de Inglés de Oxford)
Las leyendas en marcos
glamurosos y gramaticales para una monografía sobre
placas no existentes. Juntos, pegamento, papel,
tijeras y la biblioteca
agrupan una maqueta de una historia
individual. ¿El arte de la Poesie inglesa?
"Esa simonía se denomina ironía".

martes, 2 de agosto de 2016

Pablo Ohde




XXXI


sobre cien mil castillos sumergidos

del cristal su luminiscencia

hacia la grandeza imponente que rodea la Bahía del Toro

isla Victoria

oscura sombra del agua en verano

un espacio con todas las formas

forma de peñasco

forma de guardián

de suaves arenales

y agudas gaviotas arañando el cielo

integridad gozosa en escasos peldaños de tierra

una ola inmóvil y un paisaje que es suyo

el sol del mediodía

sobre el lagarto enorme del lago dormido

entre las montañas incesantes

y nadas

hacia las cumbres eternas

hacia un cielo de inminente claridad

en las heladas aguas de la Bahía

y descubres que la paz

conserva la textura de febrero

y te sumerges en lo que quizá sea

tu último día perfecto

así transcurre el sueño

para la Criatura que se niega a los espejos

por no poder soportar

la vigilia de su mirada

(De "Panteo", 2009)


Juan Manuel Alfaro





DE PÁJAROS VOLADOS



Cuando a mi madre se le volaban los pájaros

parecía imposible que la tierra pudiera volver a tener connotaciones azules;

el día quedaba colgado en el patio

-como a una fruta traslúcida se le veía hasta adentro el sol-

y para tocarlo había que romper el mundo

y que no quedaran rastros,

había que juntar la luz de a pedacitos

y pegarla en el cielo y en las cosas

sin que se notara un añadido,

un borde,

una impureza en el diamante restituido;

había que extremar sigilos para evitar sus canas verdes

a punto de brotar y de expandirse hasta cubrir la eternidad.



Cuando a mi madre se le volaban los pájaros,

la casa parecía suspendida con alfileres en el centro de los puntos cardinales

y la suerte de los tréboles replegaba su cuarta hoja.



Pero o no resistía demasiado el nudo que se le hacía en el alma

atándonos a todos

y al igual que el del pañuelo que cubría su cabeza,

iba en seda deslizando los colores,

y nos veía volver de la música de nuestro corazón

como si recogiera de cada uno una porción de la lágrima

que empezaba a formársele

y en la que nos íbamos reflejando

a medida que pasábamos

y terminábamos de crecer...



No en musgos, ni en cenizas del lenguaje,

sino en altas arboledas se asientan esos pájaros.

(Vaya uno a saber qué fulgores y qué calladísimas mortajas

ardían en los restos de juventud 'que aún la iluminaban

encendiéndola,

como un sol todavía detrás de las lomadas…)



No sólo de tizones humeantes, los vocablos;

en ataditos frescos, también la fiesta de la niña

volviendo por el campo,

la copa volcada de la escuela

y las voces abriéndole las rosas,

cantando en el confín de los trigales,

solita en el temblor de las palabras,

para cedernos, después, lo inapagable.



Y el aire se hizo en mí,

como pudo haberse hecho en mis hermanos

o deshacerse dulcemente en las crines felices de los caballos jóvenes

u ofrecer a otros llamados su blanda claridad

entre el haz de filos de los espartillos;

pero el aire se hizo en mí

y nazco siempre del lenguaje de mi madre,

en el que -como a una fruta translúcida- se le ve hasta adentro el sol;

y a mi poesía, también, a veces, como a ella, se le vuelan los pájaros

porque hay tanto mundo al sesgo,

tantas novedades repetidas en la memoria de este país espléndido

y sangrado

y florecido,

tantos huesitos solos en las armazones del alma y la intemperie,

tanta canción que alumbra y pasa cantándonos y la dejamos ir

y, acaso, no lleguemos a alcanzarla nunca.

Se le vuelan los pájaros y en prosa llana y a zancadas

sale a juntar la luz de a pedacitos

y el fuego que nos queda y las manzanas,

y el agua que fue alegre en los arroyos

(vaya uno a saber detrás de qué lomadas, aún festeja la niña

la copa volcada de la escuela, y los vocablos abriéndose en las rosas

y un confín de trigales temblando en las palabras),

no en musgos, ni en cenizas del lenguaje,

sino en las altas arboledas.





(De“Los teros de la gracia”, Ediciones del CLE, 2015)




viernes, 27 de mayo de 2016

Diego Roel




Amma Domnina

(5 de enero. Anacoreta en Siria)


Olvidada por los hombres,
lejos de las ciudades y del mar
repito día y noche:
Santo, Santo, Santo.


Mi cuerpo es una herida interminable.


Me rodearon las bestias del desierto:
¿quién salvará mi alma?


Me rodearon y asediaron las sombras:
¿quién romperá el lazo de la muerte?


Olvidada por los hombres,
lejos de las ciudades y del mar
riego con lágrimas el suelo,
espero la preciosa semilla.


(de "Kyrios", detodoslosmares, 2016)



Juvencio Valle




Árbol de Paraíso

No me dejes caer en la tentación, Margarita
apártame de tus dedos sabios como alfileres,
apártame de la cáscara de tu tronco con flores,
del caballo más dulce, apártame tú que puedes.


Líbrame de los viajes de miel al otro mundo
si debajo de un árbol el caballo me espera,
líbrame de los garfios de la montura blanca
de los lomos de nardo de la yegua canela.


Que no corran unidas la carrera preciosa,
la manzana del cielo y el puñal de la tierra.


No me dejes correr en tus canchas de flores,
que no pise tus hierbas fatales, Margarita,
en tus aguas ocultas que no derrame espumas,
en tus piedras azules que no levante chispas.


Desvíame de tus aguas -alcohol en racimo-
de las violetas aguas de tu amapola roja,
de la zarza envolvente y del surco en camino,
de la culebra de oro que en el árbol se enrosca.


Desvíame de la flecha, de la curva y la línea,
y del alto y florido columpio de la hoja.


Eres árbol de leche, paraíso e higuera,
y estos fuegos alertas quieren quemar tu casa
explorar tus jardines y pisar en tus sedas,
Margarita, levanta tu varilla de gracia
y defiéndeme del avance de la tenaz culebra.



Eduardo Anguita



El Poliedro y el Mar

I

Me ha sido dado un poliedro frente al mar :
un cuerpo muy sólido pero invisible,
una compacta reunión de lejanías,
con todo su silencio endurecido,
toda su ausencia próxima,
y cuanto más palpable, despojado.

Era dulce dejarse ir por sus aristas
más veloz que la mirada vuelve al sol,
ciego volar sobre la línea pura hacia un encuentro :
cuando quise pensar en dónde estaba, tuve un vértigo :
¡la arista, la línea, no era nada!

Deslicé por la nada que forman
dos caras del poliedro besándose :
del beso lineal quise subir al labio,
tenderme en las superficies,
reposar por fin en la extensión dorada.

Así, mientras lo hacía,
desdeñe el azul profundo del oceano
desde mi valle de cuarzo fantasmal.

Mas, ¿qué es eso? La extensión también era sólo límite puro :
¡donde un volumen iba a nacer, otro cesaba!
En ese silencio cortante,
en ese filo más exiguo que entre beso y boca,
¿Había yo creído tocar la substancia?
Sólo era volumen contra volumen despojándose :
¡y eso que era la nada, inasible y fugaz,
con cuánto amor ausente me atraía!

Frente al océano exclamé :
¡Todo no es más que lejanía!
............-- ¿Qué sabes tú? Cien niños juntos, cada uno de diez años,
¿suman mil años?

No sé. Arrojé al mar el poliedro
porque tuve conciencia que me había mentido.

Óscar Hahn


Hueso 

Curiosa es la persistencia del hueso
su obstinación en luchar contra el polvo
su resistencia a convertirse en ceniza
La carne es pusilánime
Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras
que tan sólo maquillan el rostro de la muerte
Tarde o temprano será polvo la carne
castillo de cenizas barridas por el viento
Un día la picota que excava la tierra
choca con algo duro: no es roca ni diamante
es una tibia un fémur unas cuantas costillas
una mandíbula que alguna vez habló
y ahora vuelve a hablar
Todos los huesos hablan penan acusan
alzan torres contra el olvido
trincheras de blancura que brilla en la noche
El hueso es un héroe de la resistencia


Omar Cáceres



Mansión de espuma


Con mi corazón, golpeándote, oh sombra ilimitada,
Apacienta los bríos absolutos de estas estampas perdurables;
Huyendo de su vida, pienso, el que parte limpia el mundo,
Y así le es dado reflejar su imagen dulcemente terrestre.

Un pueblo (azul), trabajosamente inundado
Va a pasar la dura estación equilibrando sus paisajes
Tiempo caído de los árboles, cualquier cielo podría ver mi cielo.

El blanco camino cruza su inmóvil tempestad.

Muda voz que habita debajo de mis sueños,
Mi amiga me instruye en el acento desnudo de sus brazos,
Junto al balcón de luz disciplinado, tumultuosa,
y desde donde se advierte la aún no soñada desventura.

Revestido de distancias, entre hombre a hombre–magro,
Todo naufraga, “bajo el pendón de su postrer adiós“;
Dejé de existir, caí de pronto, desamparado de mi mismo,
Porque el hombre ama su propia y obscura vida solamente.
Ídolo ignoto ¿Qué he de hacer para besarlo?
Legislador del tiempo urbano, desdoblado, caudaloso,
Confieso mi autocrimen porque quiero comprenderlo,
Y en los rompientes de su soledad de piedra despliego mis palabras.


jueves, 26 de mayo de 2016

Andrea Zanzotto




Sylva


Finita, ayer, mi corazón te dijo.
Y aún principio no tenías
y aún no estás en el principio
y siempre eres anuncio del principio.
Intacta, fortificante piedra.
Mundos, furor nítido,
heridas innúmeras excelsas.
Cuerpos y ojos en joyero y cuna, cuerpos
cándidos, células
de activas nieves,
móviles cuerpos ternuras
en la mano, terror
en el alma, bruñidas
fosforescencias sobre tormentas y fallas. Yo
yo os reclamo, yo soy.
Todo aún: otras irisadas vivaces
tentaculares psiques,
otros escombros llenos de semillas,
otros misterios latentes, todo
aún
todo por consumar y por servir.
No tiene principio el amor.
“Ahora torna el año, sobre este cerro…”


Y frondas foscas sombrío en el fondo
del bosque, del único bosque,
del bosque eterno me hacen, me viven,
me murmuran
en miles de coros oscuros.



sábado, 21 de mayo de 2016

Jacobo Rauskin



EL APRENDIZ

Un año es hoy el puerto que la nave toca.

El puerto es una lluvia con mástiles.
Mejor no hablemos de la nave,
hablemos de esta lluvia de ayer
que todavia cae en la ventana.
El aprendiz oye a la lluvia,
la mira como ella quiere que la miren.
Así como los árboles son lluvia con hojas,
el aprendiz se siente lluvia con zapatos,
va pisando una mezcla de barro y sueño,
una promesa del paraíso.
Entre fusiles y desfiles y lápices y goma
de borrar borradores de un poema,
sin vocación para las armas
donde un joven, si es pobre y no es soldado,
es poco menos que un fantasma,
el aprendiz aprende a leer, realmente,
a leer una carta escrita por la lluvia.
Se fue la lluvia, queda la carta.
Se fue el silencio, caen las hojas
del calendario en una película.
Escena inevitable, la del calendario.
Las hojas caen, dejan ver los números,
los nombres de los días y los meses.
Así es como se entera el espectador.
De algo está seguro el viajero,
no es un espectador de sí mismo.
Vuelve siempre que puede
a la ciudad de la ventana en la lluvia de ayer,
a un país del amor y su gente,
gente oscura, sin suerte en el juego.
Vuelve y con él volvemos
a una joven de cabecita linda,
de mirada vacante y de corazón acéfalo.
Él la quiere, ella baila en el teatro.
Hay un café cerca del teatro.
Ahí, los justos en una mesa, el injusto en otra.
El joven no saluda al injusto.
Todo se explica por sí mismo,
dice a sus compañeros, menos la injusticia.
Los años son a su ningún oficio
lo que los siglos a una hormiga.
Hoy dice ser un viejo aprendiz de poeta.
Y puesto que vivir es misterio suficiente,
no quiere para sí la certidumbre
del fuego que ya fue.
En eso anda,
en robar otro fuego para después firmarlo.


jueves, 19 de mayo de 2016

Rosamel del Valle




Orfeo

II

Ah, la varilla que daba beber rocío a la noche!

Las cavernas terrestres se han deshecho en sombras y fraguas

Poseídas de pronto, en el viaje donde mi boca

Adormecía el sonido de los animales bebiéndoles el miedo.

Tan solo estaba mi destino detrás del día, detrás de los ojos

Encantados por mi gracia ajena a las tinieblas?

¡Oh, encantador! Lecho del aceite, pero dura harina

para el sonámbulo terrestre, para el que salía a escucharse.

Y es verdad, no hay ojos en acecho ni hocicos sonrientes

Ni respiración cerca de la magia. ¡Oh, encantador!

Y la máscara de Eurídice, hermana del fuego?

Perdida está en su propia lámpara, en la rueda

Donde mis artes duermen lejos del verano.

Pero hay un himno hombre adentro y allí la tierra

Se reconoce en mí haciendo que el agua se asemeje

Al sonido errante de Eurídice y a lo que su sueño

Cruza de pronto entre los animales que la visten.




Oh, dedos míos, y lengua sin fortuna,

Colinas donde me senté más de una vez entre los fuegos.

Sonido terrestre y mío, nortes desatados

Y tempestad invasora del ritmo y de la tranquilidad.

Pero mis artes llamaban al lecho del trueno

Y a su huevo a la lluvia, a los pozos al viento.

¡Artes mías! el cielo abría las cascadas,

La tierra ascendía entre las tablas del alba.

Se me debió oír poblar soledades. No tuve siempre pies

Para pisar raíces y piedras en el aire?

Mi garganta decía: "Venid, seres del miedo, venid.

Venid, imágenes desgarradas, fuegos tenebrosos;

Mundo brillante de imanes, visiones de los bosques.

Los túneles crearon la encantada salida"

Qué pedir si no lo mío? Viejos presagios, tempestades

al borde de mi cuna, un día.. .

Y el trueno en mi cabeza poblada de cuerdas.

Oh, maravillosa rueda de la noche, madre de mi frente.

Me has vuelto los ojos hacia otros espacios,

Hacia las cavernas cerradas donde cavan los ecos.

Tú que guiabas los sueños por una cálida orilla

En el mar nocturno, hermano de los náufragos.

Sacudidos están los vientos y nada tocan los dientes

Si no es la obscuridad que me sobre pasa.

y el calor, el hijo de los monstruos, el calor

Sale a mi encuentro vestido de espinas y dedos,

Alrededor de imágenes y máscaras.

Oh, luz perdida, lámpara en rehenes en el tiempo!

Un día los hombres se miraban en ella para verse pasar.

El cántico solo daba una forma de vino,

Las piedras se movían en la tierra de los muertos,

Lejanas, habitadas, oyéndose llamar.

Toda la vana esperanza estaba allí, en lo perdido,

en la familiaridad de la noche.



. . . O aquí mismo, en esta niebla de diamantes, 

En esta alba de fieras echadas donde las cosas 

Descienden con la tranquilidad del ahogo, en el agua. 

Estos eran los abismos donde caía mi voz, 

Las redes que la encantaban para no regresar? 

Dejad reconocer las huellas, tocad la humedad 

Y el cuerpo y el movimiento de mi miedo nocturno. 

Temblad, extraños nidos de ángeles, 

Edén de los hijos rebelados, temblad. 

Agua y tierra, espacio de las madres errantes. 

Lo sé, es el brillo seductor 

De la otra hermana de la noche, de la ondina perdida.

(de "Orfeo" 1944)

jueves, 12 de mayo de 2016

Gregory Pardlo



Otoño después de la huelga





Tú crees

que si extiendes lo suficiente



tu red de deseo y voluntad, algo significativo

te responderá. Quizá nosotros mismos somos la respuesta:



cada uno un eco expandido que murmura, que vibra en el momento

anterior a recogerse.



Pero tú eres tozudo como Ulises en el mástil, como lo fuiste

el 81 mientras Reagan te ordenaba que volvieras al trabajo. Fuiste presidente



del sindicato local, revolviste con tu voz de trabajador

a la voz que logró castigar al ballet Ptoloméico de tráfico aéreo

con el propósito de un paro temporal;



la usaste para negarte a quebrar la protesta en que caminé

a tu lado en el exterior del Newark International.



Extraño sentarme junto a ti en la consola mientras trabajabas

el turno del cementerio en la torre. Mamá y yo te visitábamos

con nuestros sacos

de dormir.



Yo podía ver millas y millas de la carretera oscura, los sombríos

edificios oficinales que parpadeaban celdas con insomnio, el asfalto



extendido ante nosotros como la sábana de un picnic y a ti,

como un Buda de jade

difuminado en el fulgor de los radares.



Tú colocarías el micrófono frente a mí, cabecearías, y me permitirías dar

la palabra.

Yo llamaba de vuelta a casa a mis estrellas, y las trayectorias aéreas

se doblaban con el peso de mi voz.



Dices que extrañas guiar a aquellos leviatanes, cada uno atrapado

en el fierro

de tu liturgia. Yo, también, soy cautivo por la dura, ahora oxidada, música

de tus aerófonos.



Sigo tu música al día del accidente que contabas como un cuento:

tenías dieciséis, saltando entre las columnas que dividían jardines

de un lado de Widener Place hasta el otro, tratabas de impresionar a mamá.

Imagino la manera en que saltabas como la de una hoja montada

en el agua; cuando alcanzaste



el penúltimo, el talón de goma de tu zapato Chuck Taylor fue besado

por la columna, distorsionando tu ritmo mientras rodabas por el aire

de cabeza,



con brazos extendidos, meneándote hacia el último como con gran determinación

o ganas de vomitar. Por la manera en que aterrizaste,

con la garganta,

la columna



pudo haberte arrancado la cabeza. Desde entonces, tu voz se escucha

como un telegrama de tiempos de guerra: una andrajosa comunicación escrita a máquina



con la que pasas saliva con tu tos de fumador negra como llanta

rodando entre las nieves. Aquél otoño después de la huelga



éramos tan pobres que tú vendías todo excepto nuestro hogar. Dime, papá,

si cuando te parabas a la puerta gritando que entrara por las noches



podías escucharme hablar a los copos de nieve que caían

detrás de los postes de luz,

Si podías oírme allá afuera, imitando tu imitación de las oraciones.




Vijay Seshadri



Número imaginario


La montaña que perdura cuando el universo es destruido

no es grande ni es pequeña.

Grande y pequeña son



categorías relativas, ¿Y con qué

se podría comparar a la montaña que perdura cuando el universo

es destruido?



La conciencia observa y se apacigua.

El alma se despeña en los escombros.

El alma,



como la raíz cuadrada de menos 1

es un imposible que tiene alguna utilidad.