domingo, 11 de diciembre de 2016

Ángel Cruchaga Santa María



Santa Maravilla

        Santa Maravilla

cómo te duele el vuelo de los pájaros

y el surco del labriego.

Santa Maravilla, triste como un dios.

Ya perfumaste el trigo

y tu mano abrió el corazón de la azucena.

¡Esto duele, m Santa Maravilla!

Hija del Salvador, hermanita del humo

y de los ojos de los pobres,

yo sé que la luna duerme en la colmena de tus hombros.

Alta como la muerte cruzas

por una región trémula de lámparas.

¡Oh suavidad del musgo de tus ojos

húmedos como los caracoles y cantando!

Más allá de este mundo de cenizas

mueres en todo, mi Santa Maravilla.

Quiero la vida por tu caminar de ola triste,

este mundo lento de pájaros

que te turbaron la avenida del sueño.

Hasta la rosa te llagó en las manos

y la tarde giró en tu cuerpo deslumbrado.

Yo la vi, mi Señor, desde la raíz de mi muerte.

Venía como sosteniendo la noche.

Así aparece allá en el fondo de la tristeza tu costado.

Mi Dios de ojos azules con manos de amatista.

Yo la vi como viviendo sólo de sus voz.

Me penetré de ella como un niño de luz.

Cuando se acercó en el horizonte

escuchando se detuvieron las alas

y hasta en los brazos de la Cruz del día

clavó un leve collar de golondrinas.

¡Cuánto sufriste, mi cirio, pies de jazmín, boca de lágrimas!

viernes, 2 de diciembre de 2016

Diego Hurtado de Mendoza



SONETO

1

Días cansados, duras noches tristes,
crudos momentos en mi mal gastados,
el tiempo que pensé veros mudados
en años de pesar os me volvistes.

En mí faltó la orden de los hados;
en vos también faltó, pues tales fuistes,
que podréis en el tiempo que vivistes
contar largas edades de cuidados.

Largas son de sufrir cuanto a su dueño
y cortas si me hubiese de quejar,
mas en mí este remedio no ha lugar,

que la razón me huye como sueño
y no hay punto, señora, tan pequeño,
que no se os haga un año al escuchar.

Gabriel Bocángel



Yo cantaré de amor tan dulcemente


Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de amores,
empiece a confesar que amores siente.

Verá cómo no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores,
imitan en el suelo su corriente.

Verá que ni en amar alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza).

Porque si todo amor es esperanza,
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?