hay trigales detenidos en las manos. soledad de granos y de pájaros. sombra en la mañana de todos los caminos y un Cristo que agoniza de olvido entre trenes locos aturdiendo el silencio
Mis abuelos llenaban la frutera con remedios, adornaban así el centro de la mesa. Ahora mi papá pone las cajitas al lado de su plato cuando come, antes de sentarse las busca y las apila. La otra abuela hizo prometer que no iban a operarla, incluso moribunda escupía las pastillas. Mi mamá lloraba pegando pataditas en el piso, no quería más el remedio para la tristeza. Si algo me duele yo compro lo que dice la receta, lo guardo un tiempo y no lo tomo por el miedo.