martes, 25 de noviembre de 2014

Antônio Cícero



GUARDAR 

Guardar una cosa no es esconderla o encerrarla.
En cofre no se guarda cosa alguna.
En cofre se pierde la cosa de vista.
Guardar una cosa es observarla, contemplarla, mirarla por
admirarla, es decir, iluminarla o ser por ella iluminado.
Guardar una cosa es vigilarla, es decir, hacer vigilia por
ella, es decir, estar por ella o ser por ella.
Por eso, mejor se guarda el vuelo de un pájaro
que un pájaro sin vuelos.
Por eso se escribe, por eso se dice, por eso se publica,
por eso se declara y declama un poema:
Para guardarlo:
Para que él, a su vez, guarde lo que guarda:
Guarde lo que sea que guarda un poema:
Por eso el acto del poema:
Para guardar lo que se quiere guardar.


sábado, 15 de noviembre de 2014

Teresa Wilms Montt



Llega todas las noches a mi alcoba.

Sin tener ojos me mira, sin tener boca me habla, y su mirada y su voz son tan hondas como el silencio de los sepultados.

Está muy lejos, y está conmigo, piensa en mi cerebro y llora en mis lágrimas.

Cuando procedo mal, Anuarí castiga mis huesos, atravesándolos del hielo de una carcajada sin dientes.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Graciela De Sola



EL ROSTRO




Henos aquí, quemándonos despacio

entre gajos y flores cenicientas,

ciegos, desposeídos, colmados,

tal vez lúcidos,

ebrios de nuestros cuerpos

tejiendo un falso puente de ternura

sobre el azul atroz, infatigable.

Sabiendo que este velo de ramos y de nubes

la estrella que adoramos

y el manto que nos cubre como el ala del sueño

y la piedra que aguarda nuestro nombre, y el pan

entre cálidos lienzos, como un niño,

y el animal que acerca en su mirada

aconteceres bárbaros, remotos,

son sólo las figuras desvaídas, mortales

que esconden a unos ojos de agua y humo

el rostro que supimos y olvidamos.




(De "El rostro" 1961)

Aurora Venturini




OLVIDO Y FIN DEL LAÚD


Y entonces preguntaba yo, impaciente,
adónde estabas tú mientras nombrabas,
era mi turno, pero me salteabas.
Me habrás borrado acaso de tu frente.


Pero yo quiero ir hasta la alcoba
en la que recostado tu suspiras,
en medio del gran bosque, donde miras
aullar el lirio, sonreír la loba.


Y hace tanto que aguardo, que están viejos
este laúd del incesante canto,
éstas mis pobres manos y el encanto
de tus estampas, que ya quedan lejos.


Duelen los labios de preguntas graves,
duelen los ojos de no ver, cansados,
hay un dolor de nervios fatigados
sobre tus silogismos y tus claves.


Una sola palabra que no invente
mi propia voz es cuanto necesito:
arrullo, tempestad, violencia, grito.
Me habrás borrado acaso de tu frente.




(De "Lamentación mayor" 1954)


Lina Zerón



Para negar tu amor

Para negarte tendría que cortarme las manos,
pudrirme dulcemente por el sexo…
Sabes cómo odio negarte.
Y odio esta sensación de estar atada a tu cuerpo.
La lluvia de mis ojos es ácida
si tú no la provocas.

Para negarte tendría que matar mis sueños,
apagar la luz casi desnuda de mis párpados
y arrancar tus arlequines miembros
dibujados con magia, con movimientos de lluvia.

Si no estás tú
grito en el teléfono,
te nombro, alaridos doy.
Odio esta orfandad que se apodera de mis sábanas.

(De "La spirale du feu" 1999
Ed. L’Harmattan, París)



Julia Prilutzky Farny


Muerte en el estanque


En el agua empozada te apareces.
Tu imagen se empecina
y el viento la sacude sin borrarla
y el rumor de las hojas
vuelve a clamar tu nombre,
mientras tu rostro surge como máscara
sobre todos los rostros de la tierra
y tu caricia brota en toda mano.
Perfiles desgarrados
en el agua tiritan:
¿cómo llamarte ahora, con qué nombre
-muerto de toda muerte,
sonrisa desterrada,
inviolado temblor que se desliza-,
si ya no queda nada más que arena?
Y nada más que cielo
sobre el dormido estanque
donde voy rastreando
qué queda de tu vida. Y de la mía.
¿Cómo clamar tu réplica perdida,
tu lapidado corazón en llamas,
tu aventada ceniza,
tu amor que no fue entero ni entregado,
la no ardida pasión, no devorada,
la piel que ya no existe,
el detenido impulso de la sangre
y la petrificada melodía
de tu voz sin matices?

(De "Este sabor de lágrimas" 1954)

María Adela Agudo





POEMA PARA TU VOZ

Entre el alba y los ceibos
amo tu voz interminable,
resalada, resinosa, de elemental aroma.

En tu joven garganta llena de astros,
llena de alegre trébol,
beso tu voz perfecta
que me llena la piel de ingenuas malvas,
de pichoncillos, de mosquetas

Tu voz, espacio donde crece
el trigo azul para mi verso
y el azul algodón de mis silencios;
tu voz con dos eternidades:
eternidad de frutas y de flor del aire;
tu voz que calla soledades
para nombrar aldeas y mujeres y garzas.

Oh voz libre, sin vaso, sin metro
sólo cabe en guitarras y en las suaves orejas.

(De "Agón", Revista de Filosofía y Letras, Cuaderno a María Adela Agudo)

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sol Acín



Hacia el estudio


Tu quehacer está allí, sobre la mesa.

Cuando te acerques volará el sentido

de las amadas cosas que te cercan:

el calor de tu piel, bajo el contacto

suave y terso del aire, los rincones

derramando pureza en sus tres líneas,

la alfombra de la luz encapuchada

por serenos contrastes de armonía.

Pienso que el mundo claro de mi cuarto,

detenido en su marcha con el día,

se ha olvidado de ser algo en la tierra,

y abre un camino alegre y desprendido

por su cielo presente y circundante.

(publicado en la revista "Argensola"  1952)