jueves, 19 de mayo de 2016

Rosamel del Valle




Orfeo

II

Ah, la varilla que daba beber rocío a la noche!

Las cavernas terrestres se han deshecho en sombras y fraguas

Poseídas de pronto, en el viaje donde mi boca

Adormecía el sonido de los animales bebiéndoles el miedo.

Tan solo estaba mi destino detrás del día, detrás de los ojos

Encantados por mi gracia ajena a las tinieblas?

¡Oh, encantador! Lecho del aceite, pero dura harina

para el sonámbulo terrestre, para el que salía a escucharse.

Y es verdad, no hay ojos en acecho ni hocicos sonrientes

Ni respiración cerca de la magia. ¡Oh, encantador!

Y la máscara de Eurídice, hermana del fuego?

Perdida está en su propia lámpara, en la rueda

Donde mis artes duermen lejos del verano.

Pero hay un himno hombre adentro y allí la tierra

Se reconoce en mí haciendo que el agua se asemeje

Al sonido errante de Eurídice y a lo que su sueño

Cruza de pronto entre los animales que la visten.




Oh, dedos míos, y lengua sin fortuna,

Colinas donde me senté más de una vez entre los fuegos.

Sonido terrestre y mío, nortes desatados

Y tempestad invasora del ritmo y de la tranquilidad.

Pero mis artes llamaban al lecho del trueno

Y a su huevo a la lluvia, a los pozos al viento.

¡Artes mías! el cielo abría las cascadas,

La tierra ascendía entre las tablas del alba.

Se me debió oír poblar soledades. No tuve siempre pies

Para pisar raíces y piedras en el aire?

Mi garganta decía: "Venid, seres del miedo, venid.

Venid, imágenes desgarradas, fuegos tenebrosos;

Mundo brillante de imanes, visiones de los bosques.

Los túneles crearon la encantada salida"

Qué pedir si no lo mío? Viejos presagios, tempestades

al borde de mi cuna, un día.. .

Y el trueno en mi cabeza poblada de cuerdas.

Oh, maravillosa rueda de la noche, madre de mi frente.

Me has vuelto los ojos hacia otros espacios,

Hacia las cavernas cerradas donde cavan los ecos.

Tú que guiabas los sueños por una cálida orilla

En el mar nocturno, hermano de los náufragos.

Sacudidos están los vientos y nada tocan los dientes

Si no es la obscuridad que me sobre pasa.

y el calor, el hijo de los monstruos, el calor

Sale a mi encuentro vestido de espinas y dedos,

Alrededor de imágenes y máscaras.

Oh, luz perdida, lámpara en rehenes en el tiempo!

Un día los hombres se miraban en ella para verse pasar.

El cántico solo daba una forma de vino,

Las piedras se movían en la tierra de los muertos,

Lejanas, habitadas, oyéndose llamar.

Toda la vana esperanza estaba allí, en lo perdido,

en la familiaridad de la noche.



. . . O aquí mismo, en esta niebla de diamantes, 

En esta alba de fieras echadas donde las cosas 

Descienden con la tranquilidad del ahogo, en el agua. 

Estos eran los abismos donde caía mi voz, 

Las redes que la encantaban para no regresar? 

Dejad reconocer las huellas, tocad la humedad 

Y el cuerpo y el movimiento de mi miedo nocturno. 

Temblad, extraños nidos de ángeles, 

Edén de los hijos rebelados, temblad. 

Agua y tierra, espacio de las madres errantes. 

Lo sé, es el brillo seductor 

De la otra hermana de la noche, de la ondina perdida.

(de "Orfeo" 1944)

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