viernes, 14 de noviembre de 2014

Graciela De Sola



EL ROSTRO




Henos aquí, quemándonos despacio

entre gajos y flores cenicientas,

ciegos, desposeídos, colmados,

tal vez lúcidos,

ebrios de nuestros cuerpos

tejiendo un falso puente de ternura

sobre el azul atroz, infatigable.

Sabiendo que este velo de ramos y de nubes

la estrella que adoramos

y el manto que nos cubre como el ala del sueño

y la piedra que aguarda nuestro nombre, y el pan

entre cálidos lienzos, como un niño,

y el animal que acerca en su mirada

aconteceres bárbaros, remotos,

son sólo las figuras desvaídas, mortales

que esconden a unos ojos de agua y humo

el rostro que supimos y olvidamos.




(De "El rostro" 1961)

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