sábado, 15 de noviembre de 2014

Teresa Wilms Montt



Llega todas las noches a mi alcoba.

Sin tener ojos me mira, sin tener boca me habla, y su mirada y su voz son tan hondas como el silencio de los sepultados.

Está muy lejos, y está conmigo, piensa en mi cerebro y llora en mis lágrimas.

Cuando procedo mal, Anuarí castiga mis huesos, atravesándolos del hielo de una carcajada sin dientes.

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