Cuando los tres
cruzamos la calle
incluso
el semáforo
se puso en rojo.
Con los coches resoplando
gas y rodeados por el
tumulto de personas
me agarré del brazo de aquel
que estaba a mi derecha.
Y no de aquel, por quien
llevaba el anillo.
Cuando los cuatro
nos encontramos
tras el cruce,
todos lo supieron.
El uno. El otro.
El silencio.
Y yo.
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