Pies que alzábais ayer –cuando yo era
ferviente soñador- polvo que ardía,
de mi sol juvenil bajo la hoguera,
como una nueve al despuntar el día,
y tal vez misteriosa cabellera
en la senda a lo lejos parecía…
¡Aquel amanecer de la quimera
es noche triste en mi vejez sombría!
Y hoy, pobre pies cansados, que a mi puerta
la muerte ya con impaciencia llama,
y camináis hacia la tumba abierta;
de la senda de ayer, ahora desierta,
polvo arrastráis con que mullir la cama
en que no se despierta.
(8 Septiembre 1924)
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