viernes, 21 de marzo de 2014

Juan Ramón Jiménez




Con ella y el cardenal


Tú los viste, los álamos aquellos
que, en la bajada de la loma aquella,
incendiaban su tiempo
con propia y roja luz sin acabar;
los que en la noche, cuando nos volvimos
a verlos en su sitio rojos,
soñaban que quemaban por los ojos
al que los descubría en su rincón

¡Qué incendio aquel, qué alamos de allí
para nosotros,
de allí solo para nosotros solos; el allí
que uno quiere volver a ver, volver a ver,
volver a ver siempre lo mismo!

No, no era oro errante en oro fijo,
era oro en acción, era oro en órbita,
era astro de oro en árbol rojo,
con espacios de tierra entres sus ramas,
que eran, con cardenal de gloria
recogida entre dobles alas mudas,
espacios no de cielo ya,
de interna eternidad.

Tú los viste, los álamos aquellos.
no me digas ya más que no eran ellos,
que no eran aquellos que soñamos.
ellos eran aquellos;
aquellos
que en la bajada de la loma aquella
incendiaban el tiempo, el alto tiempo
con roja y propia luz sin terminar.

De Una colina meridiana (1942-1950)

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