y en los surcos desiertos no encuentro más nada
pero allá lejos los instrumentos de música se reúnen
en una alcoba
en un carro cuadrado
y es el amor que comienza
con festones en los cuatro ángulos
y batallas que nunca terminan
adiós maravilla adiós no tienes corazón
sino un álamo manso en la solapa del saco
y no es sin dar la alarma que mi voz llega a tu ciudad
La barca en la que se suicidan los fantasmas después de una inmersión prolongada en el cadmio de las consagraciones
la barca desnuda se presenta a mi puerta
y llama con todo su negro cielo
"pálida, dice ella, pálida más pálida que tu esposa"
y esos dientes en el sonido de la mirada me trituran
esos dientes de cadena y de incendio
incendio en que las mujeres forman la cadena
para impedir que nazca el nueve de espadas
el paje diabólico que tiene surgente de florestas
ese paje lo conozco es el nueve de espadas
y las mujeres en la ciudad son más pobres de lo que esperaba
más pobres que mi venganza
y que mi furia
más pobres que un cartero que sólo posee el abandono
sobre una casa de ocho pisos
de un billete de ida y vuelta para la horca
Es en la encrucijada del camino y de la muerta
donde se levanta el poste indicador de las enamoradas
allí acuden todos los meses a recoger los rumores
allí se encuentran pero no se ven jamás
El espantajo del castillo de naipes
el maniquí de silencio
con armadura de brezales
con su llama y su tahalí
el espantajo de los siglos
a la salida del subterráneo
no hay laberinto que importe
todas las alas y todas las llaves abren los poros del castillo de naipes
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