El que quiere recordar y esta lleno de oscuridades tiene que
estar al borde de sí mismo como al lado de un pozo
tiene que estar recostado contra el pozo con una piedra en la
mano y preguntarse qué oculta el pozo, cuán profundo es, cuan
largo penetra la luz,
y tiene, para calcular la profundidad y oscuridad, que tirar la
piedra y verla caer despacio, como reflexión, como colgada en la
oquedad hasta que la piedra encuentre la aún más indistinguible
superficie del agua
y aquel que quiere recordar ve la profundidad centellear de
repente, atrayendo la luz, volverse animada como cuando un parpado.
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