martes, 18 de marzo de 2014

Juan José Saer





A FRANCISCO DE QUEVEDO

Hijo de días, contra el cielo
estabas de oro, contra la luz
de ramas de tus días
estabas de metal, contra
el fuego de flores.

Contra la tierra, hijo
de días, en tus horas,
en las ciudades, de sangre y piedra.

En tus horas, y en las horas
de ahora -el que sabe llorar
y vivir-

persistes.

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