Tal vez una mañana recién desembarcada
se atreva con todas las ventanas a un tiempo
y penetre por rejas, cortinas y plantas y
acaricie el lomo del gato y avance por
barandas, escaleras, cama dorada y siga las
ondas y tejidos alrededor de islas y platos
y fuentes cubiertos por pájaro niño y trepe
la guarda y camine sobre los cuerpos y hasta
los párpados llegue la luz de la mañana
o el doblez de este nuevo sol de sal y
esperanza.
Valparaíso yace y se acoda en su ventana
y mira su propio ojo iluminado.
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