sábado, 15 de marzo de 2014

Alan Brownjohn





de DOS POEMAS A LA MANERA DE PREVERT


II
Vamos a ver al conejo.
¿Vamos a ver al conejo,
cuál conejo, dice la gente?
¿Cuál conejo, preguntan los niños?
¿Cuál conejo?
El único conejo,
el único conejo de Inglaterra,
sentado detrás de una alambrada,
bajo reflectores, lámparas de neón,
lámparas de sodio,
royendo yerba
sobre el único pedazo de yerba
en Inglatera, en Inglaterra
(salvo la yerba amontonada,
la cual no vale).

Vamos a ver al conejo
y tenemos que estar a tiempo.
Primero iremos por la escalera mecánica,
luego iremos en metro.
Y luego por la autopista,
y luego en helicóptero,
y la últimas diez yardas tendremos
que hacerlas a pie.

Y ahora vamos
hasta el fin, a ver al conejo,
ya casi hemos llegado,
tenemos muchas ganas de verlo,
y también el gentío
que ha venido por miles
con policía montada
y altoparlantes grandes
y orquestas y banderas
y todo el mundo ha venido de lejos.
Pero pronto lo veremos
sentado y royendo
los tallos de yerba
del único pedazo de yerba
de —¡Pero algo ha fallado!
¿por qué está todo el mundo tan amargo,
por qué armando lío,
quejándose, empujándose?

El conejo se ha ido,
sí, el conejo se fue.
De hecho, ha minado la tierra,
ha construido una conejera entre la tierra,
a pesar de toda esta gente.
¿Y qué vamos a hacer?
¿Qué podemos hacer?
Es una lástima, estarán sin duda contrariados.

Vayanse a casa y hagan hoy otra cosa,
vayanse a casa, vayanse a casa por hoy.
Porque no pueden oír al conejo, bajo la tierra,
triste, haciendo observaciones, solo
mientras descansa entre su conejera, bajo tierra
"No tardarán, están destinados a venir,
están destinados a venir y encontrarme,
aún entre la tierra.

 

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