Te mueves, enarbolas tu sangre y tus cabellos,
Bestia mía dorada que fluyes en la sombra.
¿Qué palidez obliga tus pesados corales
Y llena de presagios tu limitada forma?
Te mueves anegado en tu propia espesura,
De la madre a la muerte y del pez a la llama.
¡Qué lentitud de calles y de luna redonda
Arboriza tu llanto y el humo de tu casa!
El agua detenida en morenas vasijas
Copia los pasajeros tintes de tu materia,
Te escuchas en el denso fuego de tus rodillas
Y en la luna creciente de tu vientre de cera.
Ignoras la pequeña vertiente de tu espalda
Y persigues tu piel en todos los espejos;
te buscas en la inmóvil sonrisa del retrato
y te palpas la cal modelada del hueso.
Te he visto recoger amapolas y arenas
Debajo del bramido y del árbol insomne;
te he visto revivir antiguas madreselvas
y retener paisajes de música en la noche.
¡Qué misteriosa lumbre cruzas para mirarte
en el hijo rizado de otra sangre y penumbra!
El amado te llena de tibios universos
Por el aire silvestre que ronda tu cintura.
Vuelve sobre tus pasos de corazón y doma
los altos ruiseñores que gimen en tu pecho.
Te ignoras y te llenas de profundos rumores,
Bestia mía dorada que fluyes en la sombra.
(de:”Al norte de la sangre” 1946) )
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