sábado, 15 de marzo de 2014

Bernardo Canal Feijóo




FRAGMENTOS MEDITERRÁNEOS

Lástima
no poder
hacer
todo el poema de la retreta provinciana.
Resultaría muy largo y nadie lo leería.
(Juzgo por lo que a mí me pasa).
Además, tengo contados los minutos
para lanzarme en el otro poema.
Debo, pues, sacrificar lo más sugestivo
y contentarme con trazar tres o cuatro franjas.
Yo mismo no sé cómo levantaré mi canto
si soy el náufrago de la retreta.
Tal vez por eso mismo.
Porque su marejada me arrastra,
y en el fondo de su piélago cenagoso, mi única preocupación
es esquivar la carga de catamaranes de zapatos
que se arrojan contra los míos como peces famélicos.
Flota una alegría clandestina y banderolera;
es que cada uno encuentra la dirección
que los otros pierden
y la consecuencia consiste en volver sobre sí
-falaz consecuencia!
Así, nunca podrá haber entrechoques.
Los focos que flanquean la acera
miran con caras de imbéciles de frac.
Los más espirituales se inclinan al paso de las muchachas
y les soplan en los ojos humo blanco de sus cigarrillos,
y les enjugan –no sé cómo, lo declaro-
la dulce sangría de la boca.
Ellas resurgen de la andanada
con una sonrisa que muerde un azahar
como morderán las Venecias de sus sábanas en sus sueños de amor.
(Para fijar la idea de movimiento que embarga el cuadro,
yo haría brotar con una fuerte mirada en las nalgas de ellas
un ojo muerto que guiñase automáticamente
con el balanceo. No se vería la congruencia. Pero he ahí justamente).
Las fulguraciones de sus ojos han conseguido
la desviación pasional de los reojos
y lanzan sus miradas transversas contra nuestra desprevención
como si no supiéramos que están abiertas por delante.
La fatiga va depositando las resacas crasas
en los bancos que bordean el paseo,
donde sedimenta la maledicencia envenenada
de todas las toxinas de la fatiga
con todo el peso irreflexivo de los traseros,
y amarra sus rabos demoníacos
a las patas de los bancos.
Y mientas yo percibo en mi turbación
que la ópera italiana se refugia en los kioscos musicales
de provincia,
las núbiles parejas adelantan sus dúos almibarados
hacia los bancos.
Él, echa su aliento de más calor visceral
sobre las mantecas amorosas de ella.
Ella, cruza las piernas,
y, por abajo,
deja correr los óleos del amor liquefacto…

Tesis:
el provinciano es un animal sin psicología.

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