viernes, 7 de marzo de 2014

Héctor A. Piccoli





EL HOMBRE DE TOLLUND

Sobre un lecho de lodo tu cuerpo se agazapa
y aminora la nada el retraimiento fetal
con que fugas a un fin distinto, a un principio igual
al de todos, hierático y humilde, en la etapaque el pantano cifró entre dos eternidades
como enigma ofrendado en los surcos de tu frente
a inteligencia vana, a nuestro asombro eficiente
ante el mutismo con que te muestras y te evades.
¿Es de resignación, en tus ojos, la clausura?
¿Vindicó en ti el poder algún delito¿O fuiste, simplemente, escogido para un rito

vincular con un dios, doble nuestro que apresura,
surgido apenas, siempre entrega, ley, condena,
por mor siempre de cierta identidad,
por que sigamos siendo los mismos, en verdad,
cada uno el fulgor que a un fénix encadena?
Con rasgos escultóricos y austeros,
severa y sinuosa la línea de los labios,
aquilino y ascético, admites el agravio
del cordel, la superflua tenacidad del cuero,
y hiere la modestia de tu gorro,
e inquiere la runa unívoca en tu piel,
y nos confina tu ardua calma tras el cancel

de nuestra desnudez sin amparo y sin socorro

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