sábado, 8 de marzo de 2014

Robert Marteau





La poesía es un susurro imperceptible,

una confidencia hecha a los muertos, dicha

de memoria con el permiso de las musas

siempre triunfantes, que tejen en la fuente

collares de flores que no se marchitarán.

De su perfume traemos apenas un efluvio

que queremos captar y después retener

en los posible, en la lengua perecedera

donde nacimos. Vanos, nuestros afanes

no lo son del todo: ignorado, algo pasa

que, como dicen, nos viene de lejos y persiste

contra todo, semejante a los ríos subterráneos:

como el temblor a veces de los dioses en el alma,

o el espanto frente a la comunión de los santos.


(1925-2011)

Traducción de Silvio Mattoni.

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