Navego en una piedra azul, bajo las aguas;
la proa está amarrada a una materia incógnita
que hace cimbrar las bordas —que, por otra parte,
no existen— impulsándolas, con sobresaltos, hacia
contrapuestos mundos vacíos de palabras, sometidos
a los colores caprichosos de los truenos que
entrechocan en un inmenso ámbito donde
navego sobre una piedra azul.
Incipiente va naciendo la excrescencia
del cromo; comienzan a desgajarse las
cuadernas: por otra parte, erosiones
de los violentos juegos del viento
trastornado de ira.
Sientan el temblor de la vibración
del nacimiento, la saturación
del ser en breves orbes antagónicos.
La destrucción sobrevuela, la
colisión está por elevar su grito de
guerra en los grandes y pequeños
circuitos en que se enmarañan
las contraposiciones donde bulle
la borraja de la vida social.
¿Somos prójimo del crimen?
¿Quién navega en una roca azul
bajo las aguas?
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