jueves, 13 de marzo de 2014

Edgar Morisoli




PAIS DE VOZ QUEMADA (Fragmentos)

Madres del agua, madres de la harina
padres ciegos del viento:
Acoged este canto, esta palabra
que no procura esbeltez ni fulgor,
sino fidelidad. Esta palabra que arrimo
a un país de voz quemada, a un silencioso
territorio, en el fondo de las Pampas del Sud,
donde el honor del hombre se llama permanencia.
Aquí transcurre mi condición austral,
mi manera argentina. En esta tierra sin ilvido,
donde la esperanza es terca raíz, alpatacosa
urdimbre. ¿Qué nombre o rostro guarda
el alma de estos campos, de estos pueblos, bandera
que tremola y azota el aire seco de las planicies centrales,
el insumiso pendón de los hijastros del desierto?
¿Qué nombre, al fin, entre todos los nombres?
(Poco dicen, o mal, los viejos mapas,
los antiguos cosmógrafos y Chronistas del Rey,
todos los que anduvieron a tientas, deslumbrados
novios de la Quimera, por montes y herbazales: "Vocatur
guanaca et faciunt Belzuares"/ "Alrededor
de las lagunas hay unos indios que llaman
Césares" ¡Sueños! Nuestros hombres llevaban
nueve milenios sobre la llanura,
a la vera de los ríos, junto a los manantiales,
en las bardas y cerros del Mensaje. ¡Si aquí
vivió El Brumoso, El Desenterradito,
cuyos huesos se hicieron polvo y humo al tacto de la luz,
al sentir otra vez aquella brisa
del Colorado, ("la-que-mece-los-sauces"),
sobre su cal remota y exhumada. . .!
–Sombra de sombra, ínfimo,
tenaz despojo que aún yacía rostro al naciente, al sol,
tendido y pintado de ocre rojo entre sus cuchillos de sílex,
entre sus flechas y su gáimën,
¡ajuar de cazador para los boleaderos del cielo!)
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
País de grandes éxodos y de grandes nostalgias:
¿Tierra o sangre gobiernan
el brazo del troquel con que se acuña
la cifra de tu amor? En el pecho del hombre
inciso está tu rostro, el contenido
de la forma de tu alma: todo lo que nos brinda
este largo sosiego de la tarde, esos humos
que anuncian el Otoño,
la morosa mateada del crepúsculo. . . ¡Y pasa
remontado el halcón tras la paloma,
país de voz quemada como tus hondos montes!

Aúlla, corazón.

Busca las viejas aras, los altares secretos,
que no consagró un dios sino el relámpago,
la obstinada semilla de un pueblo y su canción.
De pie, fantasma de estos llanos. Híncate, payador,
peregrino de América, trovero
de silbo trashumante,
y así, rodilla en tierra,
la tierra al fin te confiará su nombre,
el nombre de su nombre,
su más íntimo gozo, su duelo y su alegría.
¡Remontado, invisible, pasa el halcón tras la paloma!

)

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