sábado, 15 de marzo de 2014

Emma Barrandeguy




UN HOMBRE

Las costas verdes, los sarandisales
el mostrador donde acodabas tus hazañas
aquellas suelas y el martillo curvo,
las pieles de las nutrias,
la manta testimonio de esa fiebre
que trajiste del norte,
el machete triunfal sobre las pajas,
las redes viejas junto a tus polémicas,
la canoa prestada y los anzuelos,
la cuadra de batatas que dejaste sembradas:
hoy no se hacen presencia en tus pupilas,
entran al territorio del recuerdo.
Porque la vida de un hombre,
de un loco,
de un rebelde,
de un disconforme eterno,
de un hombre que no supo hacer dinero
pero sí caminar, conversar, beber,
estar en desacuerdo
y desatárselo en palabras a la gente...
Por que la vida de un hombre como tú, digo,
no es más que esto:
una enumeración de circunstancias,
el recuerdo de un proceso,
una barba crecida,
un hijo muerto,
unos ojos brillantes,
gajos del Gualeguay entre los remos.
En el agua tenías que morir,
no hay que asombrarse.
Tendiendo redes en la noche,
para pescar por fin tu corazón inquieto.

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