sábado, 8 de marzo de 2014

Gisèle Prassinos





EL HOMBRE DE LA TRISTEZA

Se diría que Pedro se come a sí mismo poco a poco.

Se diría que se gasta por dentro y que pronto va a disolverse
bruscamente, en una última convulsión.

Su piel parece muy frágil, y como el único asiento de su vida.

Porque en su interior hay tan sólo noche y aridez.

Su sangre, su corazón, su dignidad, están en esa piel que
se esfuerza por conservar intactos los rasgos de Pedro.

Pedro sólo existe en sus rasgos más sombríos y ahuecados,
con una nuca saliente que lo traiciona.

Toda la tristeza de Pedro está inscrita en su nuca. Una nuca
nacida para la tristeza.

Antes, Pedro tenía cuello, pero no tenía nuca.

Mezclado con la multitud, no se lo ve; pero si vuelve, su presencia estalla.
El hombre de la tristeza ha llegado.Humilde y fatigada, la nuca se pasea.
Ella, la indecente, revela, explica todo lo que el rostro ha logrado ocultar.

Ése es el pobre Pedro.

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