viernes, 14 de marzo de 2014

Leonardo Martínez





SELVA

Neurasténico es lo que soy
Loco me dice
La rabia acomete
y la angustia es la dama de uñas afiladas
que desgarra el vientre
Me encierro en mis cuarto horas
días enteros
con las ampollas de morfina y la jeringa listas
Pero no
no soy Emilio
Luis Raúl
o Saturnino
Ellos se inyectan y son felices
El láudano también los ayuda y el ajenjo
Salgo poco de mi dormitorio
sólo para ir al excusado atravesando el patio
Si la depresión es feroz
un lavatorio suple la letrina
El revólver de mirada glacial
está a la vista en el velador
Cuando me pongo bien
soy amable y minucioso con los enfermos
Tengo fama de médico acertado
Así toleran lo que llaman mis extravagancias
En el fondo mis hermanos tienen razón
Ellos viven el detalle de sus sentimientos
o de sus torpes inclinaciones
Por el contrario
mi mundo es el de pasiones y apetitos enjaulados
Aún así estoy criando un hijo
Sufrirá el pobre en la aldea impiadosa

Durante mi almuerzo
mi padre
calcado de estampas del siglo dieciocho
me prohibió flirtear con Selva
según él mujer pluma
indigna de la tribu
Bajé la cabeza y seguí sus órdenes
como sigo las de mi madre
que antes de morir me hizo jurar soltería
Al tiempo descubro
mi padre durante años
frecuentó a la madre de Selva
de mi Selva alta y morena de andar soberbio
la del rodete como una gran corona antigua
diosa magnífica generosa con su cuerpo
nada santulona mi hermana Selva

Después vino la soledad el aislamiento
Selva que paseaba en automóvil
Selva casada con don nadie peronista
Selva que moría de parto
Selva carne corrompida
Selva en la memoria
Selva ampolla de morfina
Selva de ajenjo y láudano
Selva revólver de vello frío
Selva despiadada negándose la muerte
Selva de luz y de agonía
Selva color selva de ojos selva de pubis selva

Oigo su voz lejos
Viene de un lugar incierto
como de postal oriunda por el tiempo
Abre la puerta
Está ahí todo lo suyo
Muestra el baúl sin cerrojo lleno de palabras
la mesa lista para recibir al comensal
la cama en espera de la muerte
y su suave desnudez
árida
opaca
junto a un teléfono absoluto



(del libro Estricta Ceniza, 2005)



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